Estudió la licenciatura en Químico metalúrgico, pero su verdadera vocación fue el periodismo. Inició en un semanario de toros, deportes y espectáculos. Colaborador del periodista Carlos Denegri, en Excélsior, y subdirector de El Universal. En casi 70 años de carrera, ha trabajado para radio, televisión y cine, siempre haciendo periodismo. Desde hace más de 25 años colabora para Organización Editorial Mexicana.
Como reportero, nunca creí en la suerte, sino en el trabajo, la dedicación, perseverancia y la imaginación para obtener las noticias o salir airoso en guerras y conflictos armados. Sin embargo, insisto en que reportero sin suerte, sólo llega a portero.
A lo largo de mi carrera de casi 65 años de actividad, más los que me falten, puede decirse que fui un hombre de suerte a la inversa, porque mientras un golpe de Estado, una guerra o un atentado contra el común de las personas es una situación catastrófica, de desgracia, de mala suerte, en esos acontecimientos encontré mis mejores noticias y reportajes que durante muchos años fueron característicos de mi estilo.
Diversos compañeros escribieron sobre mí. Francisco Ferreira, del Diario Socialista de Portugal, tituló un artículo sobre mi trabajo llamándome ave de mal agüero, mientras Daniel Samper Pizano, un gran periodista, que además era accionista de El Tiempo, de Bogotá, el mejor diario de Colombia, en septiembre de 1973 me calificó en su artículo editorial como el arcángel del desastre.
En la actualidad, es necesario convertir al hombre y sus circunstancias en el tema único del trabajo.
En aquellos días, el trabajo del reportero tenía mucho de abogado de una sociedad alejada de la voz pública, sin representación en los medios de comunicación. Hoy, el periodismo nada tiene ya ni de humanístico ni de aventurero. Todo se reduce al seguimiento de normas, caminos y pactos.
Con toda seguridad puedo afirmar que si en aquellos días el periodismo era hallazgo (consecuencia de la búsqueda viva), hoy es una reproducción sin emociones. Se ha convertido en algo más virtual y menos vivencial.
Si alguien se pregunta la razón de esta deshumanización del periodismo, de la pérdida de su condición romántica (en el sentido de anteponer los sentimientos a las razones), yo señalaría la esclavitud, esa por cuya vigencia un hombre ya no puede vivir sin celular o redes sociales.
En un sentido más idealista, la noticia debe ser un viaje y el lector el viajero trotamundos, el hombre instalado en la búsqueda personal de la información, el esclavo de la noticia, el amo de la intuición.
Algunas líneas de conducta que me sirvieron en mi formación, las comparto ahora con ustedes:
- El periodismo es vocación para ser y ética para ejercer.
- Se debe criticar, nunca difamar.
- Se tiene que denunciar, no calumniar.
- El periodismo agresivo, no es agresión personal.
- Periodismo independiente no significa oposición, ni de facción.
- Periodismo combativo, sí; destructivo, no.
- Periodismo que convenza, no que intimide.
- Es preferible perder una gran noticia que publicar una falsedad.
- Periodismo de interés, no sensacionalista.
- Un periodismo que no oculte noticias, pero que tampoco las invente.
Desde que el Ejército estadounidense desclasificó el internet como secreto de Estado, el mundo se desajustó y cambió radicalmente.
El reportero tenía que salir a buscar la noticia con su libreta en mano y una pluma y, para llegar a otros países, era necesario viajar, estar presente, buscar al personaje del momento.
Con la llegada del Télex a las salas de prensa sentimos que nos acercábamos más a nuestras redacciones, pero siempre desde el lugar mismo de la noticia.
En cambio, apareció en la escena a red de redes y el teléfono celular. Hoy se puede mandar un mensaje instantáneo desde el desierto de Arabia Saudita hasta la Quinta Avenida de Nueva York, sin ningún problema y sin perder palabra de lo que se escriba y envíe.
Usted dirá si la noticia ha ganado o perdido importancia con el cambio radical del mundo.