¿Nos estamos comiendo al planeta? Cómo nuestros platos contribuyen al cambio climático

Ilustración: Pablo Domrose

Explotar combustibles fósiles, como el petróleo, gas o carbón. Usar ineficientemete la energía procedente de dicha explotación. Movilizarnos en auto o viajar en avión. Sabemos que estas acciones tienen un impacto negativo en el ambiente. Sabemos que contribuyen al cambio climático. ¿Qué ocurre con aquello que tenemos en frente nuestro en cada plato de comida?

Sin vueltas: sí, lo que comemos incide en el cambio climático. Y ello no se limita exclusivamente a los gases que emiten las vacas. Según un estudio publicado en la revista científica Science, la producción de alimentos es responsable de aproximadamente un cuarto (26%) de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEIs), contribuyentes al cambio climático.

Por su parte, conforme al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), la agricultura, la silvicultura y otros tipos del uso del suelo, generan el 23% de las emisiones globales de GEIs.

Sobre ello busca profundizar el siguiente análisis. Aclaración mediante, el mismo no incluye la también importante variable de explotación de animales. Se centra en la contribución de los modos de producción alimenticia al cambio climático, en pos de repensar las modificaciones que pueden hacerse. La pregunta disparadora: ¿nos estamos comiendo al planeta?

Cambio climático y alimentación: el impacto detrás de la relación

Se deforestan bosques para transformarlos en áreas de explotación de agricultura y ganadería intensivas, perdiendo así importantes sumideros de carbono. Con esa intensidad se deterioran extensas áreas de suelo. El ganado digiere su comida y eructa metano. Las máquinas agrícolas, las fábricas de fertilizantes y el traslado de alimentos son posibles a partir de la explotación de combustibles fósiles.

Todas estas actividades generan emisiones de GEIs que inciden en ese problema común a esta nota: el cambio climático.

Conforme el estudio mencionado, del 26% de las emisiones globales que le corresponden a la producción de alimentos, un 31% procede de la ganadería y pesca, un 27% de la producción de cosecha (tanto para alimentar a humanos como a animales), 24% del uso de la tierra (emite más la tierra para ganadería que para alimentación humana directa) y un 18% de la cadena de suministro (procesamiento, transporte, envasado).

La transformación que estamos generando en el ambiente para alimentarnos es tal que, según un estudio de 2018, desde la civilización humana se han perdido el 83% de los mamíferos salvajes. De los mamíferos en la Tierra, el 96% somos humanos (36%) y ganado (60%), y sólo un 4% son mamíferos salvajes. Misma situación se repite con las aves: el 70% son gallinas y otras aves de corral, el 30% son salvajes.

Si todo el mundo adoptara los patrones actuales de consumo de alimentos del Grupo de los 20 (G20), centrados en la mayoría de los casos en el consumo de carnes rojas y lácteos, para 2050 se necesitarían de uno a siete planetas Tierra para poder soportarlo, según el reciente reporte “Dietas para un futuro mejor”. Los países del G20 aportan un 66% al porcentaje de emisiones de la producción de alimentación, con China, India y Estados Unidos liderando.

El informe sugiere que las emisiones per cápita relacionadas con la alimentación en los países del G20 en su conjunto debieran reducirse a la mitad para 2050.

GEIs en Argentina. Inventario del 2016. Fuente: Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible

 

Argentina, país miembro del G20, no es ajena a toda esta situación. De hecho, la agricultura, la ganadería, la silvicultura y otros usos de la tierra son la segunda fuente (37%) de emisiones nacionales después de la energía, según datos de 2016 del Inventario Nacional de GEIs. De ese 37%, un 41% corresponde a ganadería, con predominio de bovinos de carne.

Recientemente el sitio especializado Carbon Brief analizó cuál es el impacto climático de comer carne roja y lácteos. Los resultados —contundentes—, a la vista (atención también a los amantes del café):

El dilema: ¿hay que dejar de comer carne? 

“ONU plantea un reto para la humanidad: comer menos carne para salvar el planeta”. “La ONU advierte que para frenar el calentamiento global hay que comer menos carne”. “Comer menos carne y otras recomendaciones de la ONU contra el cambio climático”. Estos titulares protagonizaron los medios locales e internacionales en agosto del año pasado ante la presentación del Informe Especial sobre El cambio climático y el suelo del IPCC.

Lejos estaban de visibilizar lo que decían las extensas páginas del informe, o incluso lo que los científicos habían mencionado en la conferencia de prensa de presentación: “No hacemos recomendaciones sobre las dietas de las personas, sino que damos las bases científicas respecto de las dietas que contribuyen a reducir emisiones contaminantes”. La científica climática argentina Carolina Vera salió a aclararlo.

¿Cuál es la conclusión principal de ese reporte? El suelo es un recurso crítico que se encuentra bajo dos presiones crecientes: el cambio climático y los distintos usos que el ser humano hace de él, como agricultura, ganadería, deforestación. Esas dos presiones tienen un impacto circular: un suelo degradado pierde productividad y, así, se reduce su capacidad de absorción de dióxido de carbono (CO2), contribuyendo a ese cambio climático que también afecta al suelo. Por ello, se necesita de un manejo responsable.

Como aclaraba Vera, el reporte analiza ocho dietas y su potencial de reducción de emisiones para 2050. Mientras que un incremento en el consumo de alimentos de origen animal se asoció con un mayor impacto negativo en el ambiente, un incremento en el consumo de alimentos basados en plantas se asoció con un menor impacto ambiental.

Según las categorías que analiza el reporte, las dietas veganas (sin alimentos de origen animal), vegetariana (con consumo de carne o pescado una vez al mes) y flexitariana (con un consumo limitado de carne y lácteos) son las que más colaborarían en dicha reducción de emisiones.

Potencial de las distintas dietas para mitigar el cambio climático. Fuente: IPCC.

 

El investigador argentino y director del Instituto de Investigación del Suelo del INTA, Miguel Angel Taboada, fue uno de los autores del capítulo 6. Y dice: “El reporte consistió en una revisión importante de todo lo publicado al momento sobre el suelo. Su mayor hallazgo fue hacer un listado de posibles acciones basado en sistemas de producción alimenticia más diversos y resilientes al clima”.

Pensando en soluciones basadas en la naturaleza, Taboada ejemplifica con los sistemas silvopastoriles que integran la silvicultura, forraje y ganadería. Sus dos variables incluyen plantar árboles o criar ganado en bosques nativos. Sus beneficios: suelos más sanos, menor generación de emisiones y mejores condiciones para los animales.

En líneas generales, el reporte identifica cinco acciones con un alto potencial de reducir emisiones: incrementar la productividad, reducir la deforestación y degradación, aumentar el contenido de carbono orgánico del suelo (sin el cual el suelo se degradaría), mejorar el manejo de los incendios y reducir las pérdidas de alimentos poscosecha.

Del otro lado de la acción climática, la adaptación, señala que sistemas de cultivo diversificados y la agroecología —ambos con variedades de cultivos en distintos planes espaciales y temporales— son menos vulnerables ante los efectos del cambio climático.

“Si vas a comer carne, esta es la mejor para tu salud y la del ambiente”

Así lo afirma Pablo Grilli, biólogo y encargado de biodiversidad en la Alianza del Pastizal de Aves Argentinas, refiriéndose al producto final procedente de una alternativa: la ganadería de pastizal. Un sistema que busca producir y conservar a la vez: se lleva a cabo ganadería no intensiva como actividad productiva sobre pastizales naturales que almacenan carbono, contribuyendo con la conservación de la biodiversidad. “Sólo el ambiente sano es el que puede capturar carbono”, subraya.

Un estudio publicado este año en la revista científica local AgriScienta, comparó el balance de GEIs de dos modelos de producción ganadera en la cuenca del Río Salado, provincia de Buenos Aires: uno con uso predominante de pastizal natural en buena condición debido al pastoreo controlado, y otro con una mayor superficie de pasturas y cultivos forrajeros, mayor carga animal y producción de carne. ¿El resultado? Las emisiones generadas resultaron ser mayores en el segundo caso que en el primero. El primero secuestró más carbono como carbono orgánico del suelo. Como resultado, el balance de GEIs fue 10 veces más negativo en el segundo que en el primero, que tuvo un balance neutro.

Ganadería de pastizal, Gualeguaychú | Foto: Tais Gadea Lara

 

Desde la Alianza se trabaja en concientizar y darles más herramientas a los productores sobre el valor agregado de este modelo. Hoy la carne de pastizal se vende en la cadena de supermercados Carrefour al mismo valor que otras carnes premium. La cadena vio en el producto un diferencial y le paga más al productor. Cada producto lleva el sello de la Alianza con el tordo amarillo como ave protagónica.

¿Por qué una organización vinculada a las aves promueve este tipo de actividad? “La Alianza surgió porque la organización internacional BirdLife estaba muy preocupada por lo amenazadas que estaban las aves de pastizal. Los socios nos organizamos para actuar porque los estados no habían podido conservar los pastizales -explica Grilli- Conservar los pastizales es conservar toda su biodiversidad, incluyendo las aves”.

Grilli es reflexivo ante los cambios que hay que hacer: “El problema es pensar en términos binarios. Pensar en la ganadería como algo malo es un error, hay que diferenciar los tipos de ganadería. Estoy a favor de que se modere el consumo de carne, pero estoy convencido de que, si vas a comer carne, esta es la mejor para tu salud y la salud del ambiente”.

Eso que no vemos: la contribución de la comida que tiramos

En un artículo anterior describíamos una problemática ambiental tan invisible al conocimiento popular como visible en cifras: estamos perdiendo o desperdiciando un tercio de los alimentos que se producen cada año.

El reporte del IPCC consideró que la reducción de las pérdidas y los desperdicios de alimentos pueden contribuir en la mitigación. ¿Por qué? De 2010 a 2016, la pérdida y el desperdicio de alimentos a nivel mundial contribuyeron a entre el 8 y 10% del total de emisiones de GEIs. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la mayor contribución (60%) procede de los cereales y las leguminosas, seguidos de las raíces, tubérculos y cultivos oleaginosos.

¿Cómo se da esa contribución? “Por todos los recursos involucrados que se pierden: agua, tierra y energía”, explica desde Chile Sara Granados, asesora regional de FAO para América Latina y el Caribe, y agrega: “En la producción animal, que requiere una gran cantidad de tierra, hay mayores pérdidas en el procesamiento de la carne. En la de de frutas y vegetales, hay mayores perdidas en la cosecha y al inicio del procesamiento”.

La asesora de FAO subraya que los planes de acción climática (NDCs) donde los países presentan sus objetivos de mitigación y adaptación, conforme la implementación del Acuerdo de París, no tienen en cuenta la problemática del food waste. Desde la organización se viene trabajando para que ello se modifique.

¿Qué podemos hacer nosotros?

De los expertos y reportes consultados se concluyen algunas acciones que deben involucrar tanto políticas del sector público y cambios en el sector privado. Pero que también señalan la necesidad de consumidores más conscientes de sus elecciones e impacto: disminuir el consumo de alimentos de origen animal (carnes y lácteos), optar por alternativas de producción sostenible, reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos.

En cuanto a este último punto, es importante señalar que la reducción de las pérdidas y los desperdicios podría ayudar a la adaptación al cambio climático a partir de la reducción de la superficie necesaria para la producción de alimentos. Granados explica que, si nosotros reducimos la cantidad de comida que tiramos en nuestros hogares y se promueven compost comunitarios a nivel local en ciudades y municipios, ello tendrá un impacto positivo en nuestra huella de carbono.

La clave para que todo esto ocurra es mejorar las prácticas en todas las etapas de la cadena de suministro: las técnicas de cosecha, el almacenamiento en la granja, la infraestrucutra, el embalaje, el comercio y la educación.

En cuanto al tipo de dieta que llevamos, se puede ayudar a combatir el cambio climático sin la necesidad de caer en extremos. “Todos pueden hacer una contribución, no sólo los que eligen dietas veganas o vegetarianas. No digo que se hagan veganos, pero sí que consuman menos carne”, recomendó el profesor de suelos y cambio global en la Universidad de Aberdeen, Pete Smith, en un webinario de Carbon Brief.

Todo ello considerando dos cuestiones transversales. Por un lado, como expone el reporte del IPCC: “Las transiciones hacia dietas con bajas emisiones de GEI pueden verse influidas por las prácticas locales de producción, los obstáculos técnicos y financieros, los medios de subsistancia y los hábitos culturales”.

Por otro lado, se debe tender a dietas más saludables con el ambiente y saludables para las personas. “Se deben considerar los impactos directos e indirectos de la carne roja en la salud, pero tampoco hay que reemplazarla por productos que no son saludables”, señaló en el evento online la científica para sistemas alimentarios, nutrición y salud en Wellcome Trust, Modi Mwatsama. La calidad nutricional debe ser un pilar en las transformaciones hacia dietas más sostenibles y el acceso a estas dietas debe estar garantizado a todos los grupos sociales.

Este artículo, publicado por primera vez aquí, fue compartido como parte del World News Day 2021, una campaña global que destaca el papel fundamental del periodismo basado en hechos a la hora de proveer noticias e información fiables al servicio de la humanidad. #JournalismMatters

Olas de calor, sequías, inundaciones: por qué se producen los eventos climáticos extremos y qué podemos hacer ante este escenario

El 29 de junio pasado, la Organización Meteorológica Mundial, un órgano dependiente de la ONU, emitió una alerta sobre la ola de calor que se estaba viviendo en partes del hemisferio Norte. La llamó una ‘‘ola de calor excepcional y peligrosa‘‘, y señaló que podía ser una amenaza importante para la agricultura, el ambiente y la salud de las personas, especialmente tratándose de zonas que no están acostumbradas a lidiar con este tipo de temperaturas y que no están preparadas para afrontar esto desde la infraestructura, desde algo tan simple como tener aire acondicionado en las casas.

En la Columbia Británica, un estado de Canadá, llegaron a hacer casi 48 grados centígrados. En Seattle y Portland, Estados Unidos, la temperatura sobrepasó los 41 grados y 44 grados respectivamente. La organización tildó al fenómeno como algo ‘‘más característico de Oriente Próximo que de una zona como esa, donde están las montañas Rocosas y hay glaciares. Y esto se está viendo también en otros lugares del hemisferio, como Europa del Este, el Norte de África, la península Arábiga, Irán y el oeste de Rusia.

Foto: AFP.

 

“Las olas de calor impactan sobre la salud humana pero también sobre la flora, la fauna, la disponibilidad de agua. Favorecen la ocurrencia de incendios forestales, el derretimiento del hielo. Y en un contexto de crisis climática como la actual, donde lo que sabemos es que las olas de calor van a ser más frecuentes, van a alcanzar umbrales de temperatura cada vez más altos, las extensiones temporales serán cada vez mayores. Lo que esperamos es que en consecuencia, los riesgos sobre cada una de estas cosas que mencioné sean crecientes”, asegura Inés Camilloni, doctora en Ciencias de la Atmósfera, profesora en la UBA e investigadora en el CONICET.

El año pasado, la NASA publicó un informe en el que queda en evidencia que 2020 fue el año más caluroso de la historia, empatado con 2016.  Desde hace siete años, la temperatura promedio global viene aumentando.

La Tierra es hoy en promedio 1,2 grados más caliente que a fines del siglo XIX. Esto es resultado principalmente de una indiscriminada emisión de gases de efecto invernadero, como resultado de la actividad humana. Una vez que se emiten, estos gases, como el dióxido de carbono, absorben la radiación térmica de la superficie del planeta y la devuelven a la superficie, haciendo que la temperatura de la Tierra vaya en aumento. El resultado de esto son serios desequilibrios que a la larga ponen en riesgo la vida en el planeta en todas sus formas.

El Acuerdo de París es un tratado internacional que rige desde 2015 y en el que 196 países se comprometieron a redoblar sus esfuerzos para reducir sus emisiones de estos gases. El objetivo es limitar el calentamiento del planeta a muy por debajo de los dos grados en comparación con los niveles preindustriales.

La ola de calor del hemisferio Norte alcanzó los titulares de medios de todo el mundo por ser un caso muy extremo. Pero los efectos del cambio climático tienen múltiples caras, desde incendios forestales, sequías, inundaciones, derretimiento de glaciares, aumento del nivel del mar, huracanes, y la lista sigue.

Tais Gadea Lara, periodista en cambio climático y autora de nuestra newsletter PLANETA, hace una aclaración interesante al respecto: “Es muy importante tener en cuenta que el cambio climático no produce directamente un período de sequía, un incendio o un huracán, sino que lo que hace es intensificar las variables de las cuales dependen estos eventos. Y cuando decimos intensificar puede ser que sus efectos sean más prolongados o que sean más frecuentes. No se puede atribuir una relación causa efecto al cambio climático, pero este actúa intensificando esos eventos, haciendo que sus efectos sean más dramáticos y tengan consecuencias desde todo punto de vista: económicas, productivas, sociales e incluso atentar contra la vida de las personas”.

¿Cómo se sabe si un fenómeno del clima está o no siendo intensificado por el cambio climático?

Inés Camilloni explica que los eventos extremos como la ola de calor que está atravesando Canadá o la fuerte sequía que está sucediendo en el río Paraná pueden ser atribuidos al cambio climático, pero que para tener certeza de eso la ciencia necesita realizar un procedimiento llamado atribución.

“Para eso se hacen simulaciones con modelos climáticos, para poder decir que son realmente respuesta a un aumento en la concentración de gases de efecto invernadero. Pero más allá de eso, cualquier evento extremo de los que estamos atravesando, ahora o de los que sucedieron en las últimas décadas o que van a surgir en los próximos años, se dan en un contexto en el que el clima es progresivamente cada vez más cálido. Sabemos que cuando esto pasa, los eventos extremos tienden a ser más frecuentes, tener mayor duración, mayor cobertura espacial, alcanzar umbrales cada vez más altos, en el caso de los excesos de calor, o eventualmente también déficit de precipitación que pueden conducir a sequías como la que estamos viendo”, dice.

Camilloni se refiere a una bajante histórica que está habiendo en el río Paraná, en la región del Litoral. El agua llegó a sus niveles más bajos en 50 años. Para que te des una idea, a principios del siglo pasado, el caudal era en promedio de 12.600 metros cúbicos por segundo. En este mes de junio fue de 6.200.

¿Cómo afecta el cambio climático en Argentina?

Camilloni señala que el cambio climático impacta de maneras distintas en nuestro país debido a la gran extensión que tiene. “Mayormente se ha identificado un aumento de temperatura principalmente en la zona de Patagonia, y también en la zona norte y centro del país, en menor magnitud. Cambios en la precipitación, una tendencia al aumento de la lluvia en el centro este y disminución en gran parte de la Patagonia. Esto tuvo consecuencias porque además se modificaron las formas en la que llueve y la ocurrencia de olas de calor. Por lo tanto los impactos del cambio climático en la Argentina son diversos, pero más que nada relacionados a estas modificaciones en la ocurrencia de los eventos extremos, y que por lo tanto tiene ocurrencias en la disponibilidad de agua, en condiciones más favorables para la transmisión de enfermedades a través de vectores, y también cambios en rendimiento de cultivos y el proceso de retracción de glaciares.”

 

Además de suponer un riesgo para la biodiversidad y para la salud humana, el cambio climático pone en jaque a los modelos productivos y afecta directamente a la vida de las personas, especialmente las que viven en una situación de mayor precariedad. Y nuestro país no es ninguna excepción.

A fines de junio, el Banco Mundial publicó un informe en el que advierte que la Argentina está teniendo pérdidas millonarias anuales debido a las sequías e inundaciones.

El informe subraya lo siguiente: ‘‘El sector agropecuario ha sido tradicionalmente uno de los motores del crecimiento económico argentino. Los eventos climáticos que afectan la producción agropecuaria tienen efectos negativos en la  estabilidad macroeconómica‘‘.

Sin ir más lejos, la grave sequía que sufrió el país a principios de 2018 tuvo un impacto directo en la economía. Causó más de la mitad de la caída de la actividad económica de ese año.

Por eso, insiste en que para protegerse lo más posible de las sequías, el sector agropecuario necesita políticas e inversiones de adaptación. Esto, por supuesto, aplica también a todos los sectores de la economía.

Así como la aparición de sequías lleva a una desestabilización de la macroeconomía, las inundaciones arrastran a más gente a la pobreza.

El Banco Mundial calcula que cada año, a consecuencia de las inundaciones, en promedio, un 0,14 % de la población argentina cae en la pobreza. Para prevenir esto, insiste en que tiene que haber un mayor desarrollo de infraestructura que tenga como objetivo combatir o reducir el impacto de inundaciones.

¿Qué debemos hacer frente al cambio climático?

Tais Gadea Lara habla de la importancia de invertir en las políticas climáticas. “Los grupos que ya tienen ciertas vulnerabilidades son los que se ven más afectados por el cambio climático, porque intensifica esa vulnerabilidad. Por eso es importante que se le dé financiamiento a esas políticas de adaptación, que es lo que no viene ocurriendo en los últimos años. Es importante también que dejemos de romantizar un poco desde la comunicación, por ejemplo, cuando hay olas de calor, a la gente bañándose en fuentes en una plaza, por ejemplo. Porque con las olas de calor hay víctimas fatales, y por eso es necesario aplicar políticas de adaptación, para evitar las víctimas fatales”, indica.

El informe del Banco Mundial dice que si la Argentina no inicia un camino de adaptación al cambio climático, el PIB podría caer hasta un 5% en 2050, y los ingresos fiscales podrían caer un 10%.

Mientras los países avanzan para reducir sus emisiones a través del Acuerdo de París, y hasta que los distintos gobiernos logren esa adaptación en múltiples niveles, ¿cómo podemos desde nuestro lugar individual prepararnos para estos cambios en el clima, que van a seguir sucediendo?

“Las acciones para hacer frente al cambio climático son dos: la mitigación y la adaptación. La mitigación es cómo podemos contribuir cada uno de nosotros para reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero, que producen el cambio climático, y esto es a través del uso eficiente de la energía, un consumo responsable y de elementos sustentables, modificaciones también en la dieta basadas en productos de origen local, pero es esencial también la adaptación, y esto es estar atento a las alertas desde el punto de vista meteorológico e hidrológico, para saber cómo actuar y reducir la vulnerabilidad y los riesgos que puede traer estar expuestos a olas de calor o lluvias intensas que podrían dar lugar a inundaciones”, explica Camilloni.

Gadea Lara agrega que otro punto clave es la información que circula acerca de estos fenómenos. “Es muy importante que los tomadores de decisión estén informados y compartan correctamente qué medidas hay que seguir. Si hay olas de calor cada vez más intensas, bueno, identificar en qué horarios exponernos más y en cuales menos. Hace algunas semanas en Nueva York el gobierno pidió que se use lo mínimo posible la electricidad, incluso el aire acondicionado, para evitar el colapso de la matriz energética. Entonces, todas esas parecen tonterías de cómo nos vamos adaptando, pero están basadas en información, en que sepamos qué está pasando y qué tenemos que hacer todos para adaptarnos”.

Este artículo, publicado por primera vez aquí, fue compartido como parte del World News Day 2021, una campaña global que destaca el papel fundamental del periodismo basado en hechos a la hora de proveer noticias e información fiables al servicio de la humanidad. #JournalismMatters

¿Qué es el cambio climático? Una guía simple para comprender el gran desafío de nuestro siglo

Ilustración: Denise Belluzzo

Podríamos dejar sólo una definición sobre el cambio climático y ya. Pero a problema complejo, la explicación sobre lo que es amerita algo un poco más extenso que un párrafo de la Real Academia Española. Así que, empecemos.

¿De qué hablamos cuando hablamos de cambio climático?

Un cambio del clima, sería lo más obvio, simple, pero también lo real. De entre las múltiples definiciones sobre cambio climático, resulta interesante detenerse en la que ofrece la Convención Marco de Naciones Unidas en Cambio Climático (CMNUCC).

“Por cambio climático se entiende un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables”

Artículo 1 | CMNUCC

Lo más relevante de esta definición es que centra la responsabilidad del cambio de clima en las actividades que realizamos, nosotros, seres humanos. Sea esto por impacto directo o indirecto. Sobre la alteración de la atmósfera y las actividades contribuyentes al cambio volveremos más adelante.

Podríamos complementar esto con la descripción de significado que aporta el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).

“El cambio climático es la variación del estado del clima identificable en las variaciones del valor medio y/o en la variabilidad de sus propiedades, que persiste durante largos períodos de tiempo, generalmente decenios o períodos más largos”.

Glosario | IPCC

Lo más interesante de este aporte es la referencia a la identificación y temporalidad. ¿Por qué? Siempre que hablemos de cambios en el clima es conforme los registros de una determinada fuente científica. El famoso “el año más cálido de la historia” es un error, pues en verdad se trata del año más cálido de la historia desde que, por ejemplo, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) tiene registros.

Y la temporalidad es el otro elemento fundamental. No nos estamos refiriendo a un cambio de un día a para otro, sino a cambios que se mantienen durante extensos períodos de tiempo. Para que te des una idea, el período de promedio habitual, según la OMM, es de 30 años. Identificación y temporalidad es lo que también se resume en la expresión de la primera definición de la CMNUCC: “(…) observada durante período de tiempos comparables”.

Y eso nos lleva al siguiente interrogante.

Un termómetro, entre las nubes y el sol.

¿Clima es lo mismo que tiempo?

No. Y es interesante porque en algunos países latinoamericanos, como Argentina, los usamos indistintamente. ¿Viste cuando en radio o en televisión se dice “cómo estará el clima hoy”? Bueno, en verdad se están refiriendo al tiempo y usando erróneamente el término clima.

El tiempo (weather, en inglés) es el estado de la atmósfera en un determinado lugar y momento. Por ejemplo, cómo se encuentra hoy el día allí desde donde estás leyendo esta guía.

En cambio, el clima (climate, en inglés) es el conjunto de fenómenos meteorológicos que caracterizan el estado medio de la atmósfera en una región del planeta en el largo plazo (períodos que pueden abarcar desde meses hasta miles de años). Por ejemplo, cómo ha variado el clima en tu país de origen desde que naciste hasta hoy.

La NASA resume que la diferencia entre tiempo y clima es una medida de tiempo (en términos de temporalidad y no meteorológico): “El tiempo designa las condiciones de la atmósfera durante un período corto de tiempo, y el clima es cómo se `comporta´ la atmósfera durante períodos de tiempo relativamente largos”. Y subraya: “Cuando hablamos de cambio climático, hablamos de cambios en los promedios a largo plazo del tiempo diario”.

El clima, entonces, es ese período habitual del tiempo atmosférico de 30 años al cual nos referíamos anteriormente. Así que la próxima vez que quieras saber si lloverá, estará nublado o saldrá el sol, recordá que lo que querés conocer es el tiempo, no el clima.

¿Cuáles son las causas del cambio climático? ¿Cómo llegamos a modificar el clima?

Para comprender el cambio climático debemos pasar por otros dos conceptos: efecto invernadero y calentamiento global. Prometo que esta es la única parte en la que seré un poco más técnica. Observemos el siguiente video.

Video: NASA.

 

Lo que vemos en el video es lo que se conoce como efecto invernadero y es lo que hace que la Tierra se mantenga a una temperatura estable que permite la vida en ella. Hasta aquí, no hay problema. Hasta que…

Con la Revolución Industrial, la humanidad inició un proceso en aumento de explotación de combustibles fósiles, con el carbón como protagonista y, luego, el petróleo y el gas; para satisfacer sus necesidades de industria, energía, transporte y consumo. A ello se sumó luego la expansión de la agricultura y la ganadería intensivas.

Todas esas actividades en incremento comenzaron a emitir gases de efecto invernadero (GEIs), como el dióxido de carbono (CO2) o el metano, entre otros. Esa mayor cantidad de GEIs en la atmósfera comenzó a absorber mayor radiación infrarroja, a atrapar mayor calor y, por ende, a liberar menos de él. Esto inició un aumento de la temperatura de la superficie de la Tierra. Esto es lo que se conoce como calentamiento global.

Eso comenzó a alterar el estado del clima. Y lo sigue haciendo.

En marzo de este año la concentración promedio de CO2 alcanzó el récord de 417.14 partes por millón (ppm) en la atmósfera. El límite deseable era 350ppm, superado en 1988. La temperatura media ha aumentado más de 1ºC desde tiempos preindustriales. Sin cambios en las causas, ambas curvas seguirán en aumento.

¿Y hasta ahora nadie conocía las causas del cambio climático?

Ehhhh, bueno, no quiero que te desilusiones como yo, pero sí. Muchos sabían de esto. Para que te des una idea, en el año en que nací, 1988 —es decir, 33 años atrás— el científico James Hansen expuso ante el Senado de Estados Unidos una realidad: el sistema de producción y consumo basado en la explotación de combustibles fósiles en el que se basaban las actividades humanas estaba aumentado la temperatura.

Si nos vamos un poco más atrás en el tiempo, fue la científica estadounidense Eunice Foote la que, allá en 1856, propuso que la concentración de CO2 en la atmósfera podría generar un aumento significativo de la temperatura de la Tierra.

Perdón Eunice, aquí estamos…

¿El cambio climático no se debe entonces a ninguna variable natural?

Sí. De hecho, las definiciones iniciales que vimos sobre cambio climático incluyen la existencia de esa variabilidad natural. Ejemplo histórico de ello han sido los cambios en los ciclos solares, la actividad volcánica y la cantidad de GEIs en la atmósfera.

Pero fue la alteración de ese último valor, producto de causas antropogénicas, que ha venido modificando el clima a un ritmo sin precedentes.

De hecho, en su quinto informe de evaluación publicado en 2013, el IPCC declaró que “es extremadamente probable que las actividades humanas hayan causado más de la mitad del aumento observado en la temperatura media global de la superficie entre 1951 y 2010”. ¿Qué significa `extremadamente probable´? Que entre un 95 y 100% del calentamiento moderno se debe a nosotros, humanos.

Volcán en erupción.

¿Qué efectos ya estamos viviendo del cambio climático?

Me atrevería a decir que, en al menos un aspecto de tu vida, hoy hay un efecto del cambio climático.

Retroceso de glaciares, derretimiento de hielos, aumento del nivel del mar, olas de calor más intensas (con mayor duración y temperaturas máximas cada vez más elevadas), intensificación de las sequías (que afectan las actividades productivas rurales, entre otras), cambios en los patrones de precipitación (por ejemplo, lluvias más intensas que dan lugar a inundaciones), por sólo mencionar algunos, pues la lista podría seguir.

Incluso, con todas las complejidades que aún implica dada la multicausalidad de las migraciones, el cambio climático está obligando a las personas a desplazarse. El debate hoy: si una isla desaparece por el aumento del nivel del mar, ¿quién es responsable de la condición de refugiados de esas personas —aún no considerada en el propio término—? ¿Estados Unidos por el ser históricamente el país más emisor? ¿China por ser el máximo emisor actual? ¿O todos por la globalidad del problema?

Miremos sino también la pandemia en la que nos encontramos. Con un origen del actual coronavirus aún por confirmar, el cambio climático es uno de los impulsores que contribuye a la emergencia de enfermedades zoonóticas, es decir, transmitidas de animales a humanos, conforme un reporte de julio de 2020 de ONU Medio Ambiente.

Inundación en Honduras.
El Progreso, Honduras, noviembre de 2020, tras el paso del huracán Eta | Foto: AFP

¿Una tormenta, un huracán, un incendio son producto del cambio climático?

No. El cambio climático no produce directamente ninguno de estos eventos climáticos. Pero sí lo que hace es alterar las variables, intensificándolas, de las que dependen estos eventos.

La científica climática argentina Inés Camilloni lo explicaba en PLANETA respecto a los incendios que el año pasado afectaron el territorio del país : “Sin las condiciones climáticas favorables, es impensado que haya una magnitud de incendios como los que estamos viendo (…) La zona afectada es la región argentina donde más aumentó la variabilidad: pasan de exceso de lluvia —generando inundaciones— a déficit y ello puede ocurrir de un año a otro”.

Del mismo modo, la científica climática estadounidense Katherine Hayhoe describe la relación entre cambio climático y huracanes: “Si le preguntas a 100 científicos climáticos, casi todos estarán de acuerdo que un huracán determinado no ocurrió por el cambio climático, pero que pudo ser exacerbado por él de múltiples maneras”. El mayor calentamiento —incluyendo el de los océanos— y los cambios en el ciclo del agua favorece a la formación de tormentas más intensas.

Líderes mundiales entrelazan sus manos en el Acuerdo de París.
Consenso del Acuerdo de París en 2015, Francia | Foto: UNFCCC

¿Qué están haciendo los países respecto del cambio climático?

Luego de idas y venidas, más fracasos que aciertos y más de dos décadas de negociaciones, en diciembre de 2015 los países llegaron a consenso para hacer frente al cambio climático en la capital francesa, con el Acuerdo de París.

El acuerdo fue histórico, principalmente por dos aspectos. En él se hacen presentes no solo los países desarrollados sino también los países en desarrollo para actuar frente al cambio climático, en conjunto, con responsabilidades comunes, pero diferenciadas. Esa acción es entendida no solo como la reducción de emisiones de GEIs (mitigación), sino como la también importante adaptación a sus efectos ya presentes.

El objetivo principal del Acuerdo es “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5°C”. Hoy, recordemos, nos encontramos por encima de un grado.

¿Por qué ese medio grado de diferencia?

Tras el consensuado acuerdo de París, se pidió al IPCC que elabore un informe sobre cómo serían los escenarios de calentamiento de 1,5ºC y 2ºC. El resultado fue obvio: el escenario de 1,5ºC significa efectos menos dramáticos del cambio climático que el de 2ºC.

¿Es posible alcanzarlo? Los científicos dijeron que sí, pero para ello se requieren de cambios drásticos. Ello incluye acelerar la transición de un sistema basado en la explotación de combustibles fósiles a otro en fuentes de energía más amigables con el ambiente (como la eólica y solar, que hoy incluso son más rentables y resilientes que los fósiles), modificar los modos intensivos de producción agrícola-ganadera y terminar con la deforestación, entre otros.

¿Para qué esto? Para que se reduzcan las emisiones generadas y así haya una disminución de la temperatura. Y esos cambios drásticos deben ocurrir en la década que acaba de iniciar. Es decir, en los próximos diez años. Es decir, ya.

Que el 1,5ºC aparezca en el Acuerdo de París y hoy sea la meta de referencia necesaria, ambiciosa y desafiante de alcanzar, fue un logro de los países insulares. Ese medio grado de diferencia, entre el 1,5ºC y el 2ºC importa. Es el que puede significar para la isla de Tuvalu desaparecer o seguir luchando por la supervivencia de su territorio y su comunidad. Es lo que alguien una vez caminando por los pasillos de la conferencia climática dijo: “Ese medio grado de diferencia son miles de vidas”.

Y aquí es donde volvemos a los países y sus compromisos. Para mantenernos en el 1,5ºC y cumplir con el Acuerdo de París, los países tienen que presentar (y hacer poner en práctica, claro) planes de acción sobre cómo van a reducir sus emisiones e implementar políticas para adaptarse a los efectos del cambio climático. La idea es que con la implementación de la totalidad de los planes se llegue al objetivo. El año pasado hubo una actualización de esos planes.

Entonces, ¿los compromisos climáticos actuales son suficientes para el 1,5ºC?

No. Al momento, son mejores que cómo nos encontrábamos hace unos años, pero aún no son suficientes para ubicarse en la senda del 1,5ºC. Así lo ha demostrado el último registro del analizador Climate Action Tracker.

Gráfico con proyecciones del calentamiento global.

Como se puede ver en el gráfico, con las políticas actuales nos ubicaríamos en un calentamiento de casi 3ºC (no, eso no es bueno) y con las metas más optimistas recién estaríamos en los 2ºC. Es decir que no solo se requieren lindos anuncios, sino políticas más ambiciosas para hacer frente al problema. E implementarlas, cuanto antes, de forma inclusiva, equitativa y sostenible en el tiempo.

¿Por eso tenemos que hoy pasar a hablar de crisis climática?

Hoy tenemos que poner énfasis en que nos encontramos en una situación de crisis climática que requiere acción urgente, ambiciosa y sostenida. Pero ¡ojo! ello no significa que estemos sustituyendo un término por otro, porque como conceptos no son reemplazables.

El cambio climático es el problema. La crisis climática es la situación a la que hemos llegado producto de la inacción o acción insuficiente de los tomadores de decisión frente al problema. Es esa crisis en la que la acción frente al problema que realicemos durante la próxima década resultará determinante para los años posteriores.

Esta distinción no es mera apreciación subjetiva. Fue recientemente explícita por la FundéuRAE: “La situación de cambio de clima que estamos viviendo, por su magnitud, su intensidad y su velocidad, permite afirmar que estamos ante una crisis climática (…) Crisis climática es la forma más adecuada para referirse a la magnitud y a las consecuencias del cambio climático causado por la actividad humana”.

Del mismo modo, el glosario de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) aclara: “El concepto de crisis climática intenta ser más amplio que el proceso de cambio en el sistema climático, implicando en la expresión la urgencia que representan para la humanidad el problema del cambio climático y sus impactos asociados”.

Jóvenes se movilizan por el clima en una marcha.
Movilización climática en febrero de 2019 en Bruselas, Bélgica | Foto: AFP

¿Toda esta información te preocupa, angustia, entristece?

No estás solo en eso. De hecho, la Asociación Americana de Psicología (Estados Unidos) define la ansiedad climática o eco-ansiedad como “un miedo crónico al destino trágico del ambiente”. No se puede hablar aún de la definición de una patología, pero sí de un malestar que primeramente se manifestó entre algunos científicos que venían estudiando el cambio climático.

Frente a ello, los psicólogos que dirigen una práctica tradicional de psicología y coaching en Oxford, Reino Unido -que comenzaron a estudiar el tema- recomiendan evitar la impotencia o abrumación transformando esas eco-emociones en acción.

En esta nota hablamos más sobre cómo la crisis climática afecta nuestra salud mental (y qué podemos hacer al respecto).

Ante el cambio climático, ¿cómo podés involucrarte?

De muchas formas. Desde ya que es cierto que solo con la acción individual no alcanza para hacer frente a la actual crisis climática y ecológica. Pero ella también es (o debiera ser) parte del proceso de transición hacia un impacto positivo.

Según un estudio publicado en Environmental Research Letters, algunos de los cambios en hábitos cotidianos que más repercusión tienen en disminuir tus emisiones de GEIs, son: reemplazar el trasladarse en vehículo particular por movilizarse en bicicleta o transporte público, usar eficientemente la energía y de fuentes renovables, llevar una dieta a base de plantas y con menor consumo de carnes y lácteos. A ellos podrían sumarse: consumir local, no desperdiciar alimentos, generar la menor cantidad de residuos posibles.

Lo individual no debe ser visto como algo totalmente ajeno a lo colectivo. Y sino veamos lo que ocurrió en Argentina en apenas los últimos años, donde la movilización de la sociedad civil —de forma presencial e incluso también a través de las redes sociales— dio impulso a que el Congreso Nacional avance en la sanción de la Ley de Cambio Climático. Por ello, sumarte a organizaciones, movimientos o iniciativas locales también es involucrarte en la acción.

Por último, pero no menos importante, vuelvo al inicio de esta guía. Ahora que tenés un mayor conocimiento sobre el cambio climático, hablar sobre el tema es una forma de accionar. Porque como dice Hayhoe en su charla TED, “lo más importante que podés hacer para combatir el cambio climático es hablar de ello”.

Este artículo, publicado por primera vez aquí, fue compartido como parte del World News Day 2021, una campaña global que destaca el papel fundamental del periodismo basado en hechos a la hora de proveer noticias e información fiables al servicio de la humanidad. #JournalismMatters

Chubut. El lago que se volvió desierto para darle agua a Comodoro Rivadavia

COLHUÉ HUAPÍ (Chubut).- “Es muy triste, donde antes había agua, hoy existe un desierto”, dice Luis Kruger (75 años) dentro de su casa, tapada y devorada por el polvo en la que fuera una de las orillas más fértiles del lago Colhué Huapí, que llegó a tener 810 km2 y fue el quinto más grande del país. “Lo navegábamos y podías nadar”, recuerda. “Pescábamos percas, era una vida muy linda en familia”, afirma. Unos meses antes de la pandemia, cayó enfermo y debió irse a Sarmiento (a 100 km), en el centro sur de Chubut “El polvo y el salitre del lecho desértico entraron a mis pulmones, me tuve que ir”, sostiene.

La explotación petrolera, intensa y muy presente en la región, el mal manejo hídrico, cientos de canales ilegales que desvían el agua del Río Senguer (desembocaba en el lago) a campos privados, el cambio climático y la necesidad de abastecer cada vez más la demanda de las sedientas Comodoro Rivadavia, Rada Tilly y Coleta Olivia, son algunas de las razones de la desaparición del Colhué Huapí. “El crecimiento de esas ciudades, mataron el lago”, sentencia Kruger. “Ya nadie quiere venir a vivir al campo”, afirma Kruger, con problemas para hablar.

“Dos generaciones de trabajo perdidas, la de mi padre, y la mía”, afirma Kruger, uno de los principales perjudicados por la desaparición del Colhué Huapé. Sin esperanzas y sin poder respirar, en 2019 debió dejar la casa que su padre construyó en 1948. Su estancia tiene 15.000 hectáreas y hasta la década del 90 tuvo 3.000 ovejas. “Era un campo muy productivo”, cuenta. En la actualidad, en un radio de 50.000 hectáreas sólo quedan cuatro habitantes, y la presencia fría y metálica de alguna torre de exploración petrolera. “Algunos dicen que dejaron secar el lago para extraer gas y petróleo”, sugiere Kruger.

“Es muy triste, donde antes había agua, hoy existe un desierto”, dice Luis Kruger
“Es muy triste, donde antes había agua, hoy existe un desierto”, dice Luis Kruger
Tomás Cuesta

 

“Lleven agua, no hay ni una gota, y el camino es largo”, indica Guillermo Gettig, vecino de Sarmiento (la localidad más cercana) antes de iniciar el viaje a la estancia de Kruger, conocida como la Ciudad de los lagos y referente del colectivo Autoconvocados por la Cuenca del Senguer, un grupo que desde 2016 concientiza sobre la dramática realidad hídrica. El lago Musters y el Colhué Huapí (son parte de esta cuenca), están a diez kilómetros de distancia, uno del otro, y a principios del siglo XX atrajeron a inmigrantes, principalmente a Boers de Sudáfrica, Kruger es descendiente de ellos, aprendió el castellano a los 8 años. El agua sobraba en aquel entonces.

Otro planeta

El camino hasta el Colhue Huapi es un viaje a otro planeta. La estepa se presenta al desnudo. Tierra agrietada, caminos de roca volcánica, puntiaguda, que destroza neumáticos. La vegetación no sobrepasa el medio metro, o es casi nula. A lo largo de cien kilómetros hasta el campo de Kruger (el camino bordea el lago seco) no se ve ni un solo árbol, a veces algún auto viejo oxidado, una tapera y huesos de animales. La huella pasa tranqueras, en ellas se ven colgados zorros y gatos monteses, putrefactos. “Si el lobo huele un lobo muerto, no pasa”, afirma Gettig. Las ovejas, pocas, hay que cuidarlas. “No soy seres humanos por estas tierras”, sintetiza.

Donde se ubica el lago

 

Aquello que fue un lago, se ve desde lejos. El lecho se convirtió en un desierto, con médanos de polvo plomizo, salitroso, es suelo inorgánico. Nada crece. Los días de viento, el polvo se arrastra hasta formar una fumarola espesa que llega hasta el Atlántico, dejando a Comodoro Rivadavia invadida. La NASA registró en marzo del 2020 uno de estas tormentas desde el espacio y las incluyó en un estudio que asegura que en Marte sucede el mismo fenómeno.

“Hasta el invierno que viene no llueve”, advierte Kruger antes de ver un espectáculo indeseado: su casa tapada por el polvo. “Me hace mal ver el desierto, teníamos un bote, salíamos con mis hijos”, recuerda. El ancla y un remo quedaron en un galpón, tapado de tierra y sedimento. Sólo llueve en invierno, y apenas 60 a 100 mm anuales, después nunca más cae agua del cielo. Está casado y tiene dos hijos. “Había pajonales y nutrias, cacé 15 para poder pagar mi torta de casamiento”, señala donde ahora hay sólo piedras y dunas. Hasta el 2019 aguantó, el lago ya se había secado. “Escuchaba la radio, mensajes al poblador rural”, el programa que difunde pedidos y mensajes de puesteros.

Los días de viento, el polvo se arrastra hasta formar una fumarola espesa que llega hasta el Atlántico, dejando a Comodoro Rivadavia invadida
Los días de viento, el polvo se arrastra hasta formar una fumarola espesa que llega hasta el Atlántico, dejando a Comodoro Rivadavia invadida
Tomás Cuesta

Capitán de barco

Como un capitán con su barco resistió en este rincón inhóspito, rodeado de accidentes geográficos que describen lo agreste del entorno: Pampa Negra, Pampa Cuadrada, Pampa Pelada. Su mujer e hijos se fueron a vivir a Sarmiento. El polvo tapó el alambrado y las pocas ovejas que tenía, se fueron. “Vaya uno a saber dónde están”, dice. En los crueles inviernos quedaba aislado. “Para escapar de la soledad, me iba al pueblo a caballo”, afirma. Pero necesitaba doce horas de cabalgata. ¿A quién pedir ayuda si pasaba algo en el camino?: “No hay nadie, esto es la Patagonia extrema”, afirma.

La desaparición del lago comenzó en la década del 60 cuando se creó el primer acueducto para llevar agua a Comodoro y Rada Tilly, luego se anexaría la localidad santacruceña de Caleta Olivia. La población de estas ciudades creció exponencialmente. El agua nunca llegó a cubrir la inmensa demanda. La toma está en el lago Musters (342 km2, menor al Colhue Huapí, pero con mayor profundidad). Para aumentar la cota, se levantó un terraplén en el falso río Senger, que conectaba este lago con el Colhué Huapí. “Así es como mataron al lago, dejó de entrar agua”, afirma Gettig.

El éxodo de aquellos que vivían del agua del Colhue Huapi fue masivo. En 2019 ya no quedaba nada de agua. “Ni un litro”, grafica Kruger. “Muchos comenzamos a pedir explicaciones”, afirma Gettig. El periodista local Oscar Jensen dirigió en la década del 90 –cuando la desaparición del lago era un hecho, aunque aún remediable- el quincenario Nuestro Sur: dedicó varias tapas a difundir el tema, pero sufrió en carne propia el enfrentamiento con un tema sensible para el entonces gobierno del ex gobernador Carlos Maestro. “Le quitaron la pauta y debió cerrar”, afirma Gettig.

“Existe un mal manejo hídrico, ahora nos quieren secar el Musters”, afirma Gettig. Desde el colectivo ambientalista denuncian falta de control por parte del IPA (Instituto Provincial del Agua) “Hay canales clandestinos que desvían agua del río Senguer a productores agropecuarios”, señala. “Sabemos que la industria petrolera saca agua potable del acueducto”, agrega.

Cuenca

La cuenca del Senguer tiene una superficie de 28.025 km2 y recorre desde la montaña hasta la estepa chubutense, 360 kilómetros. Posee siete lagos, el río Senguer es el emisario natural y nace en el lago Fontana, a los pies de la Cordillera de los Andes y desemboca en el Lago Musters y el desaparecido Colhue Huapi. En su recorrido muchas poblaciones toman agua del río, además de ser la única fuente de este recurso para sostener la producción ganadera y agropecuaria.

El Colhue Huapí solia ser uno de los Lagos mas grandes de Argentina y hoy se encuentra totalmente seco debido al mal manejo hídrico
El Colhue Huapí solia ser uno de los Lagos mas grandes de Argentina y hoy se encuentra totalmente seco debido al mal manejo hídrico
Tomás Cuesta

 

“El Instituto Provincial del Agua lleva a cabo tareas de educación ambiental y gerenciamiento para el consumo racional del agua”, afirma el Ing. Nicolás Cittadini, Administrador General de Recursos Hídricos del organismo. Explica que ambos lagos constituyen un sistema endorreico, ya que rara vez vuelcan sus aguas al océano Atlántico. Esta tarea lo hacía el río Chico, hoy absolutamente seco. “Tienen una conducta hidrológica variable”, afirma Cittadini, para justificar la actualidad hídrica. Las causas, asegura, son la evaporación de los lagos, los fuertes vientos patagónicos y las altas temperaturas atmosféricas. La evolución de estos lagos a través de la historia tiene un hito, según estudios, hace 11.000 años ambos formaron uno solo que llegó a tener 4200 km2 y que incluía a Sarmiento, con una profundidad de 60 metros.

En la actualidad el Musters y el Cahue Huapí, no superan los 900 km2. Para el IPA el deterioro natural de la cuenca se debe al “consumo para la producción ganadera y agrícola, la industria y el abastecimiento de agua para Sarmiento, Comodoro Rivadavia, Rada Tilly y Caleta Olivia”.

Ante las críticas por la situación actual del lago Colhué Huapí, el funcionario responde que es “normal que esté así” Reconoce que la cota del lago Musters está muy baja, y que principalmente Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia están muy preocupadas, “pero no habrá problemas” en el futuro. El IPA espera firmar pronto con el gobierno nacional un convenio para construir una represa en el lago Fontana, para controlar el cauce del Senguer y optimizar el recurso.

“Sabemos que hay por lo menos 600 canales clandestinos”, afirma Kruger. “Uno de mis objetivos es regularizar las tomas ilegales”, responde Cittadini. “Los políticos nos han dicho que el Colhué Huapí volverá a tener agua, todos mienten”, afirma, con impotencia Kruger. “En menos de cincuenta años, hicieron desaparecer un lago, no queremos que pase lo mismo con el Musters”, concluye Gettig.

Este artículo, publicado por primera vez aquí, fue compartido como parte del World News Day 2021, una campaña global que destaca el papel fundamental del periodismo basado en hechos a la hora de proveer noticias e información fiables al servicio de la humanidad. #JournalismMatters

Chubut. Un inmigrante fundó un pueblo alguero y hoy es un santuario natural

BAHÍA BUSTAMANTE (Chubut).- En 1952, un inmigrante español llamado Lorenzo Soriano se lanzó a la aventura por la inhóspita ruta 1 costera de Chubut. El viaje era desesperado: encontrar algas que tuvieran gel para sustituir la goma arábiga que importaba de la India y que usaba para su fijador de cabello Malvic. Uno de sus hijos lo acompañó, viajaban en jeep.

En el camino, vendió los últimos sobres de su gomina. Un dato lo esperanzó, los solitarios caminos lo condujeron a un rincón casi inaccesible conocido como Bahía Podrida, por la gran acumulación de algas sobre su costa. Llegó y encontró su destino, fundó el primer pueblo alguero del mundo conocido como Bahía Bustamante, que hoy es un santuario natural y un lodge turístico.

Lobos marinos en Bahia Bustamante lodge, reserva natural y hosteria en la Provincia de Chubut, ahora dedicado al turismo y conservacion de la Fauna Silvestre, la familia Soriano ocupo por primera vez el territorio con el fin de dedicarse a la produccion alguera
Lobos marinos en Bahia Bustamante lodge, reserva natural y hosteria en la Provincia de Chubut, ahora dedicado al turismo y conservacion de la Fauna Silvestre, la familia Soriano ocupo por primera vez el territorio con el fin de dedicarse a la produccion alguera
Tomás Cuesta

 

El pueblo alguero se inició como un campamento, pero la producción sobrepasó los cálculos. La calidad y cantidad de algas que crecían en esta costa hicieron que Lorenzo proyectara un pueblo, las algas y las mareas movilizaron la dinámica social durante cincuenta años. Entre la década del 60 y los 80, hubo 500 habitantes, escuela, pulpería, almacén de ramos generales, iglesia, comisaría y los galpones donde se procesaban las algas.

“Algo curioso: las algas que encontró no tenían el gel que buscaba, pero eran muy ricas en agar agar”, afirma Matías Soriano, nieto del pionero y quien está al frente de las tierras donde se asentó el pueblo. “Mi abuelo fue una persona visionaria, no encontró nada cuando llegó, sólo una solitaria pulpería marina”, afirma Matías.

Tesoro

El tesoro que halló el andaluz, el agar agar, es una sustancia que se desarrolla en la pared celular de varias especies de algas, especialmente las del género gracilaria, que es la que más crece en Bahía Bustamante. El término proviene del malayo “agar” que significa jalea, en los mares orientales es muy consumida, principalmente en Japón para hacer el Mizuyokan, que es una gelatina a base de agar y porotos. “Lorenzo comenzó a estudiar el mundo y el mercado de las algas”, afirma Soriano, “en esta costa halló el lugar para hacer su América”.

Matias Soriano, dueño de Bahia Bustamante
Matias Soriano, dueño de Bahia Bustamante
Tomás Cuesta

 

Aún sin la infraestructura, exportó a Japón. Sus principales clientes durante muchos años estuvieron en aquella lejana isla. Su producto, el fijador de cabello Malvic, desapareció de las prioridades para volcarse a la industria alimenticia.

La exportación de agar agar le posibilitó crear primero el campamento, y luego el pueblo. El know how lo trajo del país nipón y creó una propia planta de procesamiento en Gaiman que dio trabajo a 140 empleados. El momento fue el indicado, nuevos productos comenzaron a necesitar el ansiado agar agar. “Se usó para el dulce de batata, el flan, el dulce de leche y los chacinados”, enumera Soriano. “Bahía Bustamante hervía de gente, el movimiento era incesante”, recuerda.

Aislados

Un dato de interés: todo esto se llevó a cabo en un lugar que estaba aislado del mundo, Comodoro Rivadavia, la ciudad más próxima, está a 200 kilómetros. Esta comunidad alguera creció en la más completa soledad. “Teníamos una radio, que era el único medio de comunicación con el mundo exterior”, sostiene Matías, quien creció en Buenos Aires, pero venía en los veranos.

La dinámica del campamento que devino en pueblo, se centró en el alga gracilaria. “Fue el alga dorada”, afirma Soriano. Los habitantes rara vez salían de este poblado. Los casamientos se celebraban en la iglesia, había pabellones para casados y otro para solteros. De febrero a agosto entraban cientos de trabajadores temporarios.

Lorenzo Soriano, y su gomina Malvik: buscando un gelificante para ella fue que llegó hasta las costas de Chubut en 1953
Lorenzo Soriano, y su gomina Malvik: buscando un gelificante para ella fue que llegó hasta las costas de Chubut en 1953
Lugares

 

“Si existía alguna pelea o alguien se emborrachaba, había dos calabozos para aplacar los ánimos. Había mucho soltero suelto”, sostiene Soriano. Incluso se construyó un cementerio, donde en la actualidad descansan los restos de Lorenzo, el pionero, quien pidió ser enterrado a pocos metros del mar, entre otros viejos habitantes. “Durante mucho tiempo la única manera de comunicación, fue por vía marítima”, asegura Soriano.

“Venir a caballo o en carreta, era lo usual”, afirma Soriano. Esta costa patagónica en los años cincuenta y hasta los setenta todavía era tierra inexplorada. Aún hoy es muy difícil llegar (se recomienda hacerlo con 4X4). “Para venir desde Trelew (a 200 kilómetros) necesitabas tres días”, agrega.

La provisión de agua fue un problema en una tierra donde por año apenas caen del cielo de 120 a 200 milímetros. La única fuente estaba a 20 kilómetros en una surgente que nacía en la estancia Las Mercedes de una familia italiana pionera. La trasladaban en camiones. Lorenzo Soriano con el tiempo compró la estancia y construyó un acueducto hasta Bahía Bustamante. A la extracción alguera, se sumó la producción ovina lanera.

Prosperidad

La Bahía Podrida prosperó. Aquella toponimia comenzó a desaparecer hasta quedar en el olvido. Bahía Bustamante y las algas, se convirtieron en sinónimos y este rincón, aunque olvidado en el mapa de la soledad patagónica, tuvo vida propia. Durante cincuenta años fue un centro reconocido en el mundo, y para la industria alimenticia nacional, un eslabón de trascendencia para elaborar productos que estuvieron en la mesa de todas las familias.

“Nunca nos metimos en el mar, la extracción siempre fue costera”, afirma Soriano. La costa de Bahía Bustamante atrajo toneladas de algas gracilarias. “Las algas, son como una pastura, crecen cuando hay mayor temperatura y calor”, sostiene Soriano. Provenientes de las islas Malvinas a través de corrientes marinas, se extraían desde la costa y se secaban en los cantos rodados de la bahía, luego se enfardaban y se enviaban a la planta que tenían en Gaiman para la extracción del agar agar. “Y de allí, a todo el país y al mundo”, manifiesta Soriano.

Pinguinos en Bahia Bustamante
Pinguinos en Bahia Bustamante
Tomás Cuesta

 

Dos derrames de petróleo sucedidos en la década del 80 frente a la bahía fueron determinantes para que la extracción alguera decayera y los intereses de la empresa se modificaran. La industria pesquera, agrega Soriano, también fue una de las responsables de la disminución de la flora subacuática. La zona es rica en langostinos. “Los barcos con el sistema de pesca de arrastre, barren todo el lecho marino”, cuenta. Las algas gracilarias, al igual que todo este ecosistema son frágiles y delicados. En 1987 Lorenzo falleció. Fue el fin del pueblo alguero.

“Decidí comenzar con un proyecto de conservación y cría ovina holística”, afirma el nieto del pionero español. Hace 16 años que las algas que llegan a la costa se usan para el consumo humano (lechugas de mar y nori, las más usuales). Forman parte de la carta del exclusivo restaurante del lodge. “Bahía Bustamante es un área de gran importancia natural, por su enorme diversidad biológica”, afirma Candelaria Piemonte, bióloga que integra el equipo de especialistas que trabajan aquí. “Conservar este ecosistema es indispensable para nuestra supervivencia”, agrega.

Bahía Bustamante y su impronta proteccionista fueron cruciales para la creación del Parque Marino Costero Patagonia Austral, el primero del país de esta clase. La jurisdicción abarca desde el Cabo Dos Bahías (al sur de Camarones) hasta la isla Quintano (al sur de Bahía Bustamante) La protección abarca una milla náutica hacia el mar y 1500 metros hacia el interior de la costa. El archipiélago Vernacci tiene una pequeña constelación de islas que son el hábitat de aves y mamíferos, como el pingüino de magallanes, el cormorán, lobos marinos de un pelo y especies endémicas como el pato vapor y la gaviota de Olrog.

En la actualidad es una zona AICA (Área de Importancia para la Conservación de Aves) y constituye la Reserva de Biósfera de la UNESCO Patagonia Azul. “Es un proyecto familiar dentro de un santuario de fauna”, resume Soriano.

Esqueleto de una ballena en Bahia Bustamante
Esqueleto de una ballena en Bahia Bustamante
Tomás Cuesta

Los números sorprenden, y reafirman la importancia de este rincón agreste y salvaje. El 50% de la población de pato vapor a nivel mundial, el 10% de las gaviotas olrog, el 25% de los cormoranes imperiales, nidifican en sus costas e islas. También el 40% de los cormoranes cuello negro de todo el país eligen este ecosistema, al igual que dos colonias de petreles gigantes del Sur. Bajo el agua, la vida, está encendida. Las bahías calmas, a reparo, tienen una gran diversidad de especies, como el delfín austral, el gris, la orca y la ballena franca austral.

“Es importante que la sociedad evolucione”, sostiene Soriano. El espíritu proteccionista va más allá de la costa. Su estancia ovina produce carne y lana de manera sustentable y orgánica. La estepa patagónica, devastada por mal manejo de las pasturas, se recupera con métodos que ayudan a regenerar pastizales y mallines (humedales). Además, producen frutales y miel, (“pensamos que son las colmenas más australes del mundo”, aseguran desde la estancia) y hace tres años sumaron olivares y vid.

El turismo es una experiencia que se alienta. “Es una puerta abierta a la educación ambiental, y a comunicar cómo la biodiversidad contribuye al bienestar humano”, sostiene Candelaria. Las casas de los antiguos habitantes del emprendimiento alguero se han reciclado en un lodge que recibe visitantes de todas partes. “Conservar este paraíso es el granito de arena que queremos darle al mundo”, concluye Soriano.

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MONITOR LEGISLATIVO AMBIENTAL

Casi la mitad del plástico se usa en productos que tienen una vida útil de segundos. Los ecosistemas que previenen inundaciones no se protegen lo suficiente. La pesca ilegal o la caza de especies amenazadas no encuentran mayores obstáculos. Y el 24% de las especies de mamíferos está bajo amenaza. Estos son apenas algunos de los temas ambientales que preocupan y aguardan con urgencia la sanción de leyes para ser abordados.

Si bien la Argentina cuenta con un amplio marco normativo que protege al ambiente, todavía hay aspectos no regulados al tiempo que parte de la legislación existente requiere actualizaciones para garantizar las herramientas necesarias para resolver estas problemáticas. Hay muchos proyectos de ley que ya fueron debatidos en numerosas oportunidades, pero sin éxito, mientras que otros son sistemáticamente cajoneados y aguardan ser tenidos en cuenta por los legisladores.

Este monitor se propone hacer un seguimiento del avance de los temas ambientales que están dentro del Congreso y que buscan –y necesitan– convertirse en ley. Es un aporte al acceso a la información, a través de una propuesta sencilla, que visibiliza el recorrido para contar con esta legislación.

Haga clic aquí para llegar al Monitor Legislativo Ambiental de La Nacion.

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El Paraná, sin agua y la cordillera, sin nieve. ¿Cuáles son los efectos del cambio climático en nuestras vidas?

Postales como la bajante histórica del río Paraná, los incendios forestales, los carpinchos de Nordelta , las inundaciones y la falta de nieve en la cordillera son algunas de las imágenes más recientes que hacen evidente un cambio que cada vez se acelera más. El calentamiento global es real y tangible. Ya nadie puede negarlo. El cambio climático está entre nosotros.

Y en los próximos años se va a hacer notorio en nuestro país con más olas de calor, sequías, tormentas e inundaciones. El mar va a seguir creciendo y no van a ser pocas las casas de las zonas costeras que terminen devoradas por el agua, como ocurrió hace pocos días en Mar del Tuyú.

El Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas reúne a científicos de todo el mundo que durante la pandemia estuvieron analizando más de 14.000 trabajos de investigación de las distintas regiones. A comienzos de agosto presentaron el primero de sus informes: el que analiza la evidencia física del fenómeno. En febrero se presentará el que analiza el impacto social y en el ecosistema.

Las conclusiones no dejan lugar a duda: no existen regiones del planeta que no hayan sido impactadas. Además, ya no hay más especulaciones. La causa del calentamiento global es por la acción del hombre. De la era preindustrial a esta parte, la temperatura global aumentó 1,1° promedio.

Y por cada grado que sube el termómetro, se incrementa un 7% la cantidad de lluvias, explica Carolina Vera, la investigadora argentina que es vicepresidenta del Grupo de Trabajo 1 del IPCC y jefa de gabinete del Ministerio de Ciencia. Estamos observando cambios que se están intensificando y en todas las regiones del mundo. “No existe región en el planeta en la que no se vean cambios”, dice Vera.

En los próximos 20 años, si se toman acciones drásticas y rápidas, la temperatura subirá entre 1,5° y 2°. Podrían ser 4 grados si las medidas no son tan extremas y mucho más si no se toma ninguna. Eso significa que en Buenos Aires, el termómetro podría subir entre 1° y 2,4° promedio en los próximos años. Y que para fin de siglo el Río de la Plata, por el aumento del nivel del mar, podría llegar hasta las escalinatas de la Facultad de Derecho.

“Cuesta imaginarse el mundo que nos va a traer el cambio climático en los próximos años. Será un mundo sin palta, sin café, sin cerveza, sin papas y sin vino. No es cuestión de fe. Eso va a ocurrir si no tomamos medidas pronto”, vaticina Enrique Maurtua Konstantinidis, asesor de políticas climáticas de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (Farn).

“Muchos de los cambios ya son irreversibles en la escala de tiempo del hombre, como el derretimiento de los glaciares. Aunque dejáramos hoy mismo de emitir gases efecto invernadero, el proceso seguiría hasta reducirse entre el 20% y el 30% su tamaño actual. Esto significa un aumento en el nivel del mar y en el corto tiempo problemas en la disponibilidad de agua. El derretimiento de los glaciares de montaña va a ser el origen de una serie de problemas que en los próximos años va a vivir la región de Cuyo, porque sus ríos nacen en los Andes. Desde sequías, falta de agua hasta problemas energéticos”, explica Lucas Ruiz, otro de los investigadores argentinos que participaron del IPCC.

En los próximos años el cambio climático nos va a pegar fuerte. Más inundaciones, más sequías, menos nieve. Más calor. La Argentina cuenta con ecosistemas que brindan servicios ambientales que nos ayudarían a transitar mucho mejor la crisis climática. “Los glaciares, los bosques, los humedales… pero lamentablemente estamos dilapidando descuidadamente esas reservas ambientales”, apunta Ruiz.

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Los diez desastres interconectados de 2020 y 2021 en el mundo que marcan un devenir preocupante

Ya con la pandemia de Covid –todavía en curso— hubiera alcanzado para marcar al bienio 2020-2021 dentro de la categoría olvidable (o memorable por penoso), pero hubo otros nueve desastres que se conjugaron en poco más de un año y medio y que marcan un devenir preocupante de la civilización. Desde los incendios en el Amazonas a la ola de calor del Ártico, muchas de las causas que los originaron se mantienen e incluso se profundizan, según lo señala un informe dado a conocer esta mañana.

Titulado “Riesgos de Desastres Interconectados 2020/2021” y elaborado por investigadores del Instituto de Medio Ambiente y Seguridad Humana de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-EHS, el think tank de Naciones Unidas que se especializa en ciencia y desarrollo sostenible), en 128 páginas señala denominadores comunes, causas similares y razones subyacentes en los desastres acumulados en estos poco más de 18 meses. Por ejemplo, el descuido ambiental, la priorización de los beneficios económicos, la falta de cooperación internacional y un inadecuado análisis de los riesgos. “El objetivo de este reporte es mostrar el iceberg completo y cambiar la forma en que se ven los desastres que ocurren a nuestro alrededor. Cuando vemos las causas detrás de estos eventos catastróficos, podemos identificar patrones comunes entre eventos que parecieran ser totalmente diferentes”, dijo a LA NACION Jack O’Connor, investigador del UNU.

“Por ejemplo, el mismo comportamiento de no tomar en cuenta los costos ambientales de ciertas políticas y desarrollo de proyectos es el vínculo común entre un ciclón ocurrido en India y Bangladesh, los incendios en el Amazonas y la extinción de una especie de pez en China”, agregó.

La pretensión de los autores es que la lista no origine solo la expresión “qué bárbaro” sino que busca proponer soluciones para reducir el riesgo de que vuelvan a suceder. La premisa de todo el trabajo es que nadie es una isla, que todos los humanos están conectados y comparten los riesgos de la acción común en el planeta. Tal como se señala en el resumen ejecutivo del trabajo: “Para manejar estos riesgos, necesitamos comprender por qué y cómo están interconectados. Solo así se podrá encontrar soluciones apropiadas”, señala el trabajo coliderado por Zita Sebesvari, investigadora senior de la UNU- EHS. He aquí el listado de los desastres (no en el orden que propone el estudio):

1. La pandemia de Covid-19

Un trabajador de salud le realiza un hisopado a una mujer en un centro de pruebas en el hospital MMC Covid en Guwahati, India
Un trabajador de salud le realiza un hisopado a una mujer en un centro de pruebas en el hospital MMC Covid en Guwahati, India© UNICEF / Biju BORO

La causa es la conducta humana, dice el trabajo respecto de la aparición del Sars-CoV2 y su rápida dispersión por todo el mundo, que llevó a más de cuatro millones de muertos (y contando), además de cambios notables en la forma de vivir de todos los demás. La invasión y la destrucción de hábitats, la caza y comercio de animales hacen que haya más posibilidades de intercambios y saltos de virus como el que causó el Covid, que es una enfermedad zoonótica, como lo fueron epidemias anteriores: gripe A, ébola, VIH-sida, Sars. La frecuencia de este tipo de brotes está ahora incrementada. Y suma sus consecuencias a otros problemas sociales acuciantes: pobreza, seguridad alimentaria, desigualdad de género, dice el trabajo; por si fuera poco: entre mayo de 2020 y mayo de 2021 los precios de los alimentos aumentaron 40%. Si se continúa con la destrucción de la biodiversidad, si se aumenta la cantidad de granjas con animales vivos y si se perjudica la vida de los animales salvajes no será la última pandemia.

2. Los incendios en el Amazonas

Si bien el fuego es a menudo un proceso natural para manejar la vegetación, nueve de cada 10 de los incendios del Amazonas en 2020 siguieron la intención de convertir la selva tropical en tierras de uso comercial
Si bien el fuego es a menudo un proceso natural para manejar la vegetación, nueve de cada 10 de los incendios del Amazonas en 2020 siguieron la intención de convertir la selva tropical en tierras de uso comercialUNU-EHS / iStock/josemoraes

Los 2500 focos de incendios en la región sudamericana durante 2020 tienen como combustible el apetito global, dice el informe. Y la referencia es la demanda continua de más carne para más poblaciones –en particular la Unión Europea y China— que a su vez requiere de más espacio para producir el alimento para el ganado así como de vegetales, como la soja, con los cuales se alimentan aves de corral. Nueve de cada diez de los focos del Amazonas en 2020 fueron provocados con el fin de ampliar la frontera agropecuaria. No se detienen ahí las consecuencias: la deforestación cambia los patrones de lluvia y hay más sequías (que retroalimentan los fuegos); exacerba el cambio climático, reduce la biodiversidad y hace peligrar a las comunidades locales.

3. La ola de calor en el Ártico

Derretimiento de los hielos en el Ártico por las altas temperaturas
Derretimiento de los hielos en el Ártico por las altas temperaturasEl Tiempo

La velocidad del cambio climático en esta región es el doble que el promedio global. En zonas de Siberia durante 2020 se llegó a temperaturas de 38ºC y se corre el riesgo de que en un par de décadas los veranos estén libres de hielo en la zona con el siguiente efecto global: pérdida del llamado “efecto albedo” por el cual el blanco de los bloques helados devuelven los rayos solares sin atrapar el calor, que de otro modo serían absorbidos por el mar. Además, de la zona del “permafrost” siberiano (suelo todo el tiempo congelado) saldrán más gases de efecto invernadero, como el metano, por ahora atrapados; por eso, aquí también se habla de un efecto climático en espiral. En el futuro, podría haber olas de calor más intensas sin ese cubito boreal en Europa y los Estados Unidos (o incluso fríos intensos, como se verá en el próximo apartado).

4. La ola de frío en Texas

Una poderosa ola de frío azotó gran parte de América del Norte en febrero de 2021
Una poderosa ola de frío azotó gran parte de América del Norte en febrero de 2021

¿Uno de los lugares más cálidos de los Estados Unidos con ola de frío de hasta 22°C menos que el promedio y 86 horas consecutivas bajo cero? Así sucedió en febrero de 2021. El informe de la UNU sostiene que, debido a que Texas se autoabastece de energía (no la comparte ni recibe con la red de su país), no tuvo incentivos para protegerla del frío y así se congeló durante el último invierno, y dejó sin electricidad a 3,5 millones de habitantes. Así, aislados en su casa y sin calefacción, murieron 151 personas (210 en total por la ola). “Si los texanos siguen privilegiando un sistema que favorece la energía barata por sobre la seguridad, este será el primero de muchos desastres”, afirma el estudio.

5. El blanqueamiento de la Gran Barrera de Coral

Cuando el agua del océano se calienta en exceso comienza un proceso de blanqueamiento que puede llevar a la muerte a los corales
Cuando el agua del océano se calienta en exceso comienza un proceso de blanqueamiento que puede llevar a la muerte a los coralesThe Ocean Agency

No es solo una maravilla natural, lo que ya sería bastante. Sino que la Gran Barrera de Coral, ubicada al norte de Australia, con un largo de 2300 kilómetros, es un lugar clave para las especies marinas que pasan una parte de su ciclo vital allí. Cuando el agua se calienta en exceso comienza un proceso de blanqueamiento que puede llevarlo a la muerte. En algunos modelos ensayados, no habría más en el mundo hacia 2050, con una consiguiente cascada de daños para el ecosistema marino y quienes viven de él. Durante 2020, el 25% de la Barrera sufrió este proceso.

6. Las inundaciones del centro de Vietnam

La casa derrumbada de Duong Van Nam, de 40 años, y su esposa Chau Thi Hoa, de 30 años, durante la histórica inundación en Vietnam
La casa derrumbada de Duong Van Nam, de 40 años, y su esposa Chau Thi Hoa, de 30 años, durante la histórica inundación en VietnamUNICEF / Viet Hung

Fueron nueve tormentas, ciclones y graves inundaciones en el plazo de siete semanas entre octubre y noviembre de 2020 las que afectaron a este país del sudeste asiático. No había forma de estar preparados, señala el trabajo, incluso en un país acostumbrado a este tipo de evento extremo. En total, fueron afectadas 7,7 millones de personas por la falta de electricidad, transporte, agua, salud y educación; 291 personas murieron y 66 desaparecieron; se calculan daños en 1300 millones de dólares. Con el cambio climático habrá más tormentas recurrentes y más intensas.

7. El ciclón Amphan

El ciclón Amphan alcanzó vientos de más de 260 kilómetros por hora en la región fronteriza de India y Bangladesh
El ciclón Amphan alcanzó vientos de más de 260 kilómetros por hora en la región fronteriza de India y BangladeshUNICEF / West Bengal IAG

Afectó en mayo de 2020 a la región fronteriza de India y Bangladesh, muy sensible a los efectos del cambio climático, que se sienten en subas del nivel del mar. El ciclón alcanzó vientos de más de 260 kilómetros por hora y terminó de destrozar el sistema de salud de la zona, ya débil por la pandemia de Covid, con 6000 centros de salud dañados. Generó más de 100 fallecidos y casi cinco millones de personas debieron abandonar sus hogares. ¿Daños materiales? 13.000 millones de dólares.

8. La invasión de langostas en el desierto

Un enjambre de langostas se eleva al cielo en Samburu, Ololokwe, Kenia
Un enjambre de langostas se eleva al cielo en Samburu, Ololokwe, KeniaFAO/Sven Torfinn

Otra plaga bíblica de este bienio: 23 países del cuerno de África sufrieron de estas invasiones que, en Kenia en mayo de 2020, se tornó tan vasta como un pequeño país (se menciona Luxemburgo, de 2500 km²) y devoró todo a su paso, lo que generó daños en la provisión de alimentos para unas 42 millones de personas. Como en otros casos, el cambio climático favorece la aparición de estos mega enjambres de langostas.

9. La extinción del pez espada chino

El pez espada chino no sobrevivió al consumo excesivo y la intervención de la humanidad, y fue declarado extinto en 2020
El pez espada chino no sobrevivió al consumo excesivo y la intervención de la humanidad, y fue declarado extinto en 2020Marina Vedernikova

“Sobrevivió a los dinosaurios, pero no a la humanidad”. La frase que usa el informe es imbatible. Se trata del pez remo o pez espada chino (Psephurus gladius), de hasta siete metros de largo, que llevaba más de 200 millones de años en el planeta y fue declarado extinto en 2020. Las causas: sobrepesca y contaminación, además de la multiplicación de las represas que China usa para alimentar su enorme demanda energética. Desde luego, este pez es emblema de otros peces en peligro o ya perdidos: 115 especies de agua dulce están en condición crítica y otras 16 más desaparecieron durante 2020.

10. La explosión en Beirut

Justo después de las 6 pm del martes 4 de agosto, una catastrófica explosión arrasó Beirut, dejando al menos 100 muertos y más de 4.000 heridos
Justo después de las 6 pm del martes 4 de agosto, una catastrófica explosión arrasó Beirut, dejando al menos 100 muertos y más de 4.000 heridosUNICEF / Haidar

El 4 de agosto de 2020 una explosión de un barco que contenía nitrato de amonio en el puerto de Beirut causó 200 muertos y 6000 heridos. Según el informe, no fue solo un manejo inapropiado de material peligroso sino “la falta de trazabilidad en la cadena de valor global de una industria como la del comercio marítimo poco regulada”. Y señala que hay en todo el mundo barcos que se abandonan una vez que no puede dar más ganancias, además de que se registran en países con pocos impuestos y bajos estándares de seguridad (las llamadas “banderas de conveniencia”). En este caso, el barco había sido abandonado en 2013 y la explosión se dio para peor en medio de la epidemia de Covid; luego del hecho, los casos de Covid se multiplicaron por tres durante los siguientes 15 días en la capital del Líbano. La conexión central con los otros casos es la priorización de las ganancias y el “olvido” del riesgo que suponen ciertas actividades.

Una frase del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, resume la idea general del trabajo: “Si tuviera que elegir una frase para describir el estado del mundo, diría que estamos en un mundo en el cual los desafíos globales están cada vez más integrados y las respuestas son cada vez más fragmentarias. Si no cambiamos esta tendencia, será la receta para un desastre”.

Este artículo, publicado por primera vez aquí, fue compartido como parte del World News Day 2021, una campaña global que destaca el papel fundamental del periodismo basado en hechos a la hora de proveer noticias e información fiables al servicio de la humanidad. #JournalismMatters

La ONU lanzó la mayor alerta sobre el medio ambiente: la crisis climática se aceleró y el planeta se calentará 1,5 grados centígrados en 19 años

El IPCC proyecta que se superará un calentamiento global de 1,5°C en el futuro próximo (entre 2021 y 2040) y se mantendrá por encima de esa temperatura hasta el final del siglo

El futuro llegó y es muy poco alentador: la crisis climática, causada por el hombre, que genera en vastas regiones de la Tierra gran inestabilidad hará que la temperatura promedio global suba 1,5ºC en la década de 2030, varios años antes de lo pronosticado hasta el momento. Así lo advierten los principales científicos del mundo, según un informe histórico que se acaba de publicar.

El documento, elaborado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, es la advertencia más dura hasta ahora sobre la velocidad y la escala del calentamiento planetario.

El IPCC proyecta que se superará un calentamiento global de 1,5°C en el futuro próximo (entre 2021 y 2040) y se mantendrá por encima de esa temperatura hasta el final del siglo, en todos los escenarios, excepto en el de emisiones más bajas. En este último, el planeta se mantendrá por debajo de 1,5°C, tras un rebasamiento temporal de menos de 0,1°C, antes de que se elimine el carbono de la atmósfera y las temperaturas vuelvan a bajar.

¿Qué significa esto? Depende del escenario que se analice en términos de alza térmica. Si se toman en cuenta los impactos, la Tierra donde vivirán nuestros hijos y nietos en los próximos años sufrirá mayores sequías, eventos extremos con más frecuencia, alza de los niveles del mar con riesgo para ciudades costeras y graves efectos económicos para actividades como la agricultura y la ganadería. Y ecosistemas frágiles, como los corales, podrían desaparecer.

“El informe del IPCC subraya la importancia de atajar los gases de efecto invernadero, como el metano. El ganado rumiante y los arrozales inundados son fuentes agrícolas clave de estas emisiones. Los esfuerzos de mitigación deben centrarse en la gestión de la demanda, incluyendo el cambio a dietas con más cereales, legumbres y verduras. La producción ganadera debería realizarse mediante sistemas de pastoreo integrados, como los silvopastoriles, que ayudan a mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero al capturar el dióxido de carbono en los árboles y el suelo.”, indicó Miguel Taboada, científico del suelo y del clima de la Universidad de Buenos Aires.

El Acuerdo de París establece como objetivo que el aumento de la temperatura para finales de siglo no supere los 2°C y preferiblemente no ascienda por encima de 1,5°C. Pero, en esto, el informe del IPCC es contundente: tanto 1,5°C como 2°C se superarán durante el siglo XXI a menos que se reduzca profundamente la emisión de dióxido de carbono (CO2), junto con otras emisiones de gases de efecto invernadero (GEI, causantes del cambio climático), hasta llegar a un nivel neto cero en torno a 2050 o después.

Para que se comprenda bien: estamos en una situación que no tiene precedentes en la historia de la especie humana. La última vez que la temperatura de la superficie de la Tierra superó los 2,5°C (en comparación con los niveles preindustriales) fue hace más de 3 millones de años.

Según el reporte del Grupo de Trabajo I, denominado AR6, el ritmo de calentamiento se está acelerando: las temperaturas de la superficie del planeta han aumentado más rápido desde 1970 que en cualquier otro período de 50 años durante, al menos, los últimos 2000 años.

En 2019, las concentraciones atmosféricas de CO2 fueron más altas que en cualquier momento en, al menos, 2 millones de años. A su vez, las concentraciones de metano y óxido nitroso, ambos GEI significativos, fueron más altas que en cualquier momento en al menos 800.000 años.

Los responsables políticos ya han visto las conclusiones, que culminaron el sábado por la noche, que han sido objeto de un intenso debate online durante dos semanas por parte de expertos de todo el mundo, y que representan ocho años de trabajo de los principales científicos.

Diann Black-Layne, líder de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS, por sus siglas en inglés) indicó: “Es fundamental actuar a corto plazo para paliar los peores impactos climáticos provocados por el hombre. El principal obstáculo no es el dinero, no es la tecnología, no es la voluntad política: es el resultado del miedo de una industria dominada por los hombres a perder su poder. Se trata de un problema que hay que reconocer y abordar. La industria de los combustibles fósiles es la encarnación de la desigualdad de género y de ingresos, ya que un sector dominado por los hombres recibe cada año subvenciones fáciles por valor de más de 600.000 millones de dólares para destruir nuestro planeta, mientras que, en comparación, los Fondos Climáticos de Naciones Unidas reciben 2400 millones de dólares al año para salvarlo.”

Precisamente la industria petrolera ha sufrido varios embates este año: la propia Agencia Internacional de Energía recomendó dejar de invertir ya mismo en nuevos pozos petroleros, sean tradicionales o utilizando el fracking, los Estados Unidos acaban de anunciar un impulso a la motorización eléctrica en los próximos años y el mayor responsable señalado por otro reporte internacional es el metano, otro de los GEI.

Este gas rico en carbono, producido a partir de la cría de animales, los pozos de gas de esquisto y la extracción de petróleo y gas convencional mal gestionada, calienta el mundo de forma mucho más eficaz que el dióxido de carbono -tiene un “potencial de calentamiento” más de 80 veces superior al del CO2-, pero tiene una vida más corta en la atmósfera, ya que persiste durante aproximadamente una década antes de degradarse en CO2.

Lo que también deja claro este nuevo reporte es la urgencia de las acciones: cuanto más pasemos de 1,5°C, mayores serán los riesgos imprevisibles y graves que se acumularán en nuestro mundo. Estos puntos de inflexión podrían producirse a escala global y regional, incluso para un calentamiento global dentro del rango muy probable de los escenarios de emisiones considerados. No se pueden descartar respuestas bruscas y puntos de inflexión del sistema climático, como un fuerte aumento del deshielo en la Antártida y el retroceso total de los bosques.

¿Ya llegamos al punto de no retorno? Para los científicos, aún no. Sin embargo, no queda mucho tiempo. Con políticas proactivas para combatir el cambio climático, el CO2 seguirá aumentando y se estabilizará hacia mediados de siglo, para luego empezar a disminuir, con la caída más pronunciada justo antes del final del siglo. El metano y el dióxido de azufre continuarán aumentando y comenzarán a disminuir a mediados de siglo. El óxido nitroso presenta una tendencia al alza y no disminuye hasta bien entrada la segunda mitad del siglo. Con los planes actuales, la mejor estimación es de 2,7°C en 2100.

“El nuevo informe del IPCC muestra las opciones que podemos tomar hoy para que el mañana sea más seguro para todos. En todo el mundo, el reto es cambiar la matriz energética. En Brasil, donde gran parte de la energía ya es limpia, el desafío es eliminar toda la deforestación, la principal razón por la que el país es el sexto mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo. La mejor ciencia del planeta nos está mostrando que el presidente Jair Bolsonaro eligió el camino de la catástrofe y eso es lo que no podemos aceptar: los intereses electorales y sectoriales no pueden prevalecer sobre el bien común de la Nación”, opinó Maurício Voivodic, director ejecutivo de WWF-Brasil.

A fines de noviembre se realizará la postergada cumbre de cambio climático (COP26) en Glasgow, Escocia. Allí deberán terminar de definirse los mecanismos de intercambio que propone el Acuerdo de París. No quedan dudas de que las acciones deben ser tomadas rápidamente. Así lo dice, claramente la ciencia.

Algunos efectos de la crisis climática hallados en el reporte:

– La mayor parte del planeta ya está soportando temperaturas extremas (incluyendo olas de calor), desde América del Norte, Europa y Australia hasta grandes partes de América latina, el este y oeste de África del Sur, Siberia, Rusia y toda Asia. Algunos de los recientes extremos cálidos habrían sido extremadamente improbables sin la influencia humana.

– Si bien se sabe menos sobre las sequías, hay pruebas suficientes que demuestran que el noreste de Sudáfrica, el Mediterráneo, el sur de Australia y la costa oeste de América del Norte, en particular, se enfrentan a un aumento de este fenómeno.

– El norte de Europa, algunas zonas de América del Norte y el sur de África están sufriendo un aumento de las precipitaciones, pero se necesitan más datos para conocer la situación en otros lugares.

– Es probable que la proporción global de ciclones tropicales de categoría 3-5 haya aumentado en los últimos 40 años. Existe un alto grado de confianza de que el cambio climático inducido por el hombre significa que los ciclones tropicales traen consigo precipitaciones más pesadas e intensas.

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Sequías y olas de calor extremas: cuáles serán los cambios en Sudamérica con 1,5 grados más de temperatura

Foto: El planeta se calentaría 1,5 grados en los próximos 19 años (AFP)

La ONU alertó que el planeta se calentará 1,5 grados en los próximos 19 años. El fenómeno tendrá consecuencias devastadoras para Sudamérica: eventos extremos más frecuentes, suba de la temperatura media en la zona de los Andes centrales y en la Patagonia, derretimiento de la Antártida, mayores sequías y olas de calor más extremas.

Así lo detalla el Grupo I del reporte AR6 elaborado por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés) que se conoció hoy y que contiene miles de páginas con proyecciones científicas pasadas y futuras que evalúan el impacto de las actividades humanas en la Tierra.

“El calentamiento que estamos viviendo hoy en día es irreversible. Como resultado de esta influencia en el clima estamos observando cambios generalizados, rápidos, que se están intensificando en todas las regiones del mundo. Hoy no existe región en el planeta en que no estemos observando estos cambios. Hay muchos cambios que son irreversibles. En particular la Antártida. El aumento del nivel del mar es irreversible a escala humana y no humana”, explicó Maisa Rojas Corradi, climatóloga, académica de la Universidad de Chile, directora del Centro de Ciencias del Clima y la Resiliencia (CR)2, autora principal Coordinadora del informe del IPCC (AR6) en diálogo con periodistas de América Latina.

El reporte elaborado por 234 científicos de 66 países advierte que, si bien reducciones fuertes y sostenidas de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero limitarían el cambio climático y beneficiarían rápidamente en la calidad del aire, podrían pasar de 20 a 30 años para que las temperaturas globales se estabilicen.

Los científicos sostienen que deben existir primero políticas públicas para limitar y eliminar las emisiones de gases de efecto invernaderoLos científicos sostienen que deben existir primero políticas públicas para limitar y eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero

“La temperatura global superficial en 1,1ºC también es irreversible en nuestra escala de tiempo, no así en cientos o miles de años. La podemos limitar una vez que lleguemos a emisiones netas cero”, agregó la científica.

Los últimos eventos extremos de calor en el hemisferio Norte, así como las inundaciones de megaciudades como Nueva York, Pekín o Londres, son solo muestras de cómo la crisis climática afecta la biodiversidad en el planeta.

El informe estima que es “prácticamente seguro” que los extremos cálidos (incluidas las olas de calor) se han vuelto más frecuentes e intensos en la mayoría de las regiones terrestres desde la década de 1950. Algunos picos de calor observados durante la última década habrían sido “extremadamente improbables sin la influencia humana en el sistema climático”.

También se estima que la crisis climática provocada por el hombre ha contribuido al aumento de las sequías agrícolas y ecológicas en algunas regiones del planeta debido a la suba de la evapotranspiración de la tierra. Las zonas más afectadas por este fenómeno serán el Mediterráneo, el sur de África, así como partes de Australia, Sudamérica y el suroeste de América del Norte.

La suba global de la temperatura promedio en 1,5ºC se alcanzará antes de lo estimado: entre 2021 y 2040La suba global de la temperatura promedio en 1,5ºC se alcanzará antes de lo estimado: entre 2021 y 2040

Carolina Vera, vicepresidenta del Grupo de Trabajo I del IPCC, directora del Instituto Argentino-Francés de Estudios Climáticos y su Ciencia, investigadora Principal del Consejo Nacional de Ciencias de Argentina (CONICET) indicó: “Las investigaciones indican una combinación de la variabilidad natural con los efectos de la actividad humana. No hay acuerdo en el tipo de cambio en relación a las sequías agrícolas y ecológicas. Los reportes anteriores se refieren sólo a las meteorológicas (déficit de precipitación) pero la realidad es que ese déficit es un conductor de las sequías”.

El nuevo informe internacional revela que la suba global de la temperatura promedio en 1,5ºC se alcanzará antes de lo estimado: entre 2021 y 2040. “A pesar de esto nuestro futuro todavía está en nuestra manos, algunos cambios pueden ser ralentizados y otros limitados

“Para cumplir con el Acuerdo de París tenemos que implementar reducciones de gases de efecto invernadero”, dijo Rojas Corradi.

Todos los escenarios muestran que el gran responsable del efecto invernadero es el dióxido de carbonoTodos los escenarios muestran que el gran responsable del efecto invernadero es el dióxido de carbono

“También necesitamos la reducción de los otros gases con una especial atención al metano, que tiene un poder calorífico entre 10 y 20 veces más grandes. Por ejemplo tomando medidas como la eficiencia energética o la captura de metano en los residuos sólidos”, agregó Vera.

Sin embargo, todos los escenarios pasados, presentes y futuros muestran que el gran responsable del efecto invernadero es el dióxido de carbono, generado básicamente por la emisión que generan los combustibles fósiles.

“El informe incluye la evaluación de algunos de los métodos tecnológicos para capturar carbono. Sin embargo, esto no es un sustituto para disminuir y eliminar las emisiones. En los dos escenarios que logran limitar el calentamiento requieren de esta tecnología, sobre todo a final de siglo. Pero es necesario sacar activamente CO2 de la atmósfera para lograr calentamiento cero. Las soluciones tecnológicas incluyen aquellas basadas en la naturaleza, no sólo ingenieriles tecnológicas. Pero debe quedar claro que no son sustitutos sino complementarios. Lo más importante es reducir y eliminar las emisiones de CO2 y de los otros gases de efecto invernadero”, destacó Rojas Corradi.

Las tecnologías a las que hace referencia la científica chilena están relacionadas con el uso de geoingeniería para absorber el carbono de la atmósfera de modo artificial. Sin embargo, los científicos sostienen que deben existir primero políticas públicas para limitar y eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero.

Las soluciones basadas en la naturaleza también tienen un límite: “La Tierra no puede hacer todo, sólo plantar árboles no podría ser la única solución”, indicó Vera.

Estas conclusiones, que incluyen recomendaciones, son aprobadas y enviadas a cada país para su evaluación: “Este es un reporte global con mirada regional, pero no reemplaza las evaluaciones nacionales y subnacionales, sino que lo que hace es poder tener un agregado y describir el cambio de una región en el contexto global”, explicó la científica argentina.

El reporte, que por primera vez incluye un atlas interactivo (https://interactive-atlas.ipcc.ch/) en donde pueden observarse los cambios en los distintos escenarios proyectados, se conoce dos meses antes de que los líderes de los países se reúnan en la cumbre de cambio climático (COP26), que se realizará en Glasgow, Escocia.

En el peor escenario, el mundo podría calentarse unos 3,3ºC para finales de sigloEn el peor escenario, el mundo podría calentarse unos 3,3ºC para finales de siglo

“No es que de golpe comenzaron los fenómenos extremos. El IPCC ha venido mostrando que los cambios han sido graduales, esto es un proceso. No es el fin del mundo hoy, pero ofrecemos líneas de tiempo para delinear líneas de trabajo. Yo a los líderes les pediría que por favor lean el informe y actúen pensando que en menos de tres meses nos vamos a la COP26 donde los países tienen que actualizar su ambición para los compromisos del Acuerdo de París.”, dijo Rojas Corradi.

La joven sueca Greta Thunberg expresó que el informe no tiene sorpresas, sino que “confirma lo que ya sabemos, que estamos en una emergencia”. A través de sus redes sociales, dijo: “Es un sólido pero cauteloso resumen. No nos dice qué hacer. Depende de nosotros ser valientes y tomar decisiones basadas en la evidencia científica provista en estos reportes. Todavía podemos evitar las peores consecuencias, pero no si seguimos como hoy, y no sin tratar a esta crisis como una crisis”.

Durante la conferencia de prensa internacional, La coautora del informe Linda Mearns, científica climática del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de EE.UU., agregó que “simplemente está garantizado que irá peor” y que “no veo que ninguna zona esté a salvo (…) No hay ningún lugar al que correr, ningún lugar donde esconderse”.

Los científicos plantearon cinco escenarios posibles, según el grado de reducción de emisiones que se planteen y se consigan. En el peor escenario, el mundo podría calentarse unos 3,3ºC para finales de siglo. Pero, en una señal alentadora, esa situación parece cada vez más improbable, indicó el científico climático y coautor del reporte Zeke Hausfather, director de cambio climático en el Breakthrough Institute. Los dos escenarios extremos se ven cada vez más lejanos, señaló.

Para la vicepresidenta del IPCC, Ko Barret, -quien se desempeña como asesora climática jefe de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA)- este reporte nos dice que los cambios recientes en el clima “son generalizados, rápidos y se están intensificando, sin precedentes en miles de años”. Y estos cambios, agregó, “aumentarán con más calentamiento”.

Así, por ejemplo, las olas de calor que se registraban cada 50 años, ahora podrían ocurrir una vez cada diez años, y si el mundo se calienta en otro grado adicional, ocurrirían dos veces cada siete años.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, reaccionó al informe señalando que es una verdadera “alarma roja” para la humanidad y “debe poner fin” a las energías fósiles “antes que destruyan nuestro planeta”. El dirigente también reclamó que no se construyan más centrales de carbón a partir de 2021 y poner coto a nuevas exploraciones y a la producción de energías fósiles, trasladando sus subvenciones a las energías renovables.

Este artículo, publicado por primera vez aquí, fue compartido como parte del World News Day 2021, una campaña global que destaca el papel fundamental del periodismo basado en hechos a la hora de proveer noticias e información fiables al servicio de la humanidad. #JournalismMatters