En colaboración para Organización Editorial Mexicana.
Ejerce el periodismo desde 1971. Egresado de la carrera de Periodismo y Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Reportero y directivo de diversos medios de información, principalmente impresos: revista Proceso entre 1978 y 2000, de auxiliar de Redacción a codirector; director de la agencia informativa Apro (1996-2000); coordinador editorial de la agencia Notimex (2001); coordinador general de Información en El Universal (2002-2006); director editorial adjunto en Excélsior (2006-2018). Colaborador de diversos noticiarios de radio y televisión y medios digitales.
Muchos años después hay que recordar aquella tarde en la que José Arcadio Buendía llevó a su hijo a conocer el hielo, que en medio del calor de Macondo exhibía un entrañable gitano de nombre Melquiades.
La invención humana del hielo ocurrió en los años de 30 del siglo XIX (unos dicen que en 1834, otros que en 1837) y en el último tercio de esa centuria se convirtió en esencial para la ciencia y para la conservación de alimentos, pero fue hasta 1927 cuando comenzó a producirse en los hogares, a través de los refrigeradores domésticos.
Los profetas de entonces auguraron que los refrigeradores acabarían con la industria de la producción de hielo, que todos los días repartía su producto a empresas, restaurantes, comercios, hogares y a quien lo necesitara, en marquetas (así se les llama en México) o en cubetas con trozos hechos por un picahielo. Un vaticinio muy sensato, se creyó.
Los lectores de Gabriel García Márquez nunca supimos cómo le hizo Melquiades para llevar el hielo hasta Macondo sin que se le derritiera o si tenía consigo una máquina para producirlo. Es de suponer (verbo contrario al periodismo) que el viejo gitano era conocedor y practicante empedernido de su oficio de mago, embaucador, alquimista, sabio, que le permitía eso y más.
Para descubrir el secreto de Melquiades había al menos tres fuentes directas: el propio Melquiades, los habitantes de Macondo que fueron a conocer el hielo y el narrador que sabía todo. Pero resulta que ningún reportero recurrió a esas fuentes. Vamos, ni siquiera a las indirectas o a las documentales.
Los reales practicantes del real oficio periodístico (debo confesar que la mayoría de mis colegas periodistas ya no creen que el periodismo sea un oficio) sabemos que hay que recurrir a las fuentes de información primarias e interrogarlas para conseguir información veraz, verídica, confiable, digna de cualquier lector. Reportear es simplemente investigar. El concepto “periodismo de investigación” es una estupidez absoluta. No hay periodismo sin investigación.
El periodismo, el verdadero, enfrenta hoy la banalización de la información. Los medios tradicionales (impresos, radio, televisión) y los nuevos métodos de difusión (internet, las redes sociales) están saturados de esa banalización en la información política, económica, social, deportiva, cultural, de espectáculos. Revise usted sus medios preferidos y sus redes sociales.
El reto del futuro del periodismo es regresar a sus orígenes: la obtención y difusión de información confiable, veraz, verídica, comprobable, producto del trabajo reporteril (investigar), sin importar la plataforma informativa en la que se difunda. Lo básico. La información, la real, siempre tendrá “clientes” (si se quiere decir así). Ellos serán los que la necesiten o simplemente la quieran; la buscarán. La información real y confiable sigue siendo poder.
Cuando la radio apareció unos profetas previeron que sustituiría a los periódicos impresos; cuando llegó el cine se creyó que acababa con la radio y los impresos; con el arribo de la televisión ocurrió lo mismo; hoy internet y sus redes sociales hacen suponer (verbo antiperiodístico) el fin de los medios tradicionales.
No. La obtención y difusión de información es el alma de un viejo oficio, que seguirá vigente mientras haya un reportero que le pregunte a Melquiades cómo carajos le hizo para llegar a Macondo con el hielo, cuya producción industrial se mantiene pese a las neveras domésticas y, más, se vende en los supermercados, en la tiendas de la esquina y en las gasolinerías. El periodismo sobrevivirá en todas las plataformas informativas posibles y a pesar de ellas… como la venta de hielo a pesar de los refrigeradores.