Ilustración: Denise Belluzzo
Podríamos dejar sólo una definición sobre el cambio climático y ya. Pero a problema complejo, la explicación sobre lo que es amerita algo un poco más extenso que un párrafo de la Real Academia Española. Así que, empecemos.
¿De qué hablamos cuando hablamos de cambio climático?
Un cambio del clima, sería lo más obvio, simple, pero también lo real. De entre las múltiples definiciones sobre cambio climático, resulta interesante detenerse en la que ofrece la Convención Marco de Naciones Unidas en Cambio Climático (CMNUCC).
“Por cambio climático se entiende un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables”
Artículo 1 | CMNUCC
Lo más relevante de esta definición es que centra la responsabilidad del cambio de clima en las actividades que realizamos, nosotros, seres humanos. Sea esto por impacto directo o indirecto. Sobre la alteración de la atmósfera y las actividades contribuyentes al cambio volveremos más adelante.
Podríamos complementar esto con la descripción de significado que aporta el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
“El cambio climático es la variación del estado del clima identificable en las variaciones del valor medio y/o en la variabilidad de sus propiedades, que persiste durante largos períodos de tiempo, generalmente decenios o períodos más largos”.
Glosario | IPCC
Lo más interesante de este aporte es la referencia a la identificación y temporalidad. ¿Por qué? Siempre que hablemos de cambios en el clima es conforme los registros de una determinada fuente científica. El famoso “el año más cálido de la historia” es un error, pues en verdad se trata del año más cálido de la historia desde que, por ejemplo, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) tiene registros.
Y la temporalidad es el otro elemento fundamental. No nos estamos refiriendo a un cambio de un día a para otro, sino a cambios que se mantienen durante extensos períodos de tiempo. Para que te des una idea, el período de promedio habitual, según la OMM, es de 30 años. Identificación y temporalidad es lo que también se resume en la expresión de la primera definición de la CMNUCC: “(…) observada durante período de tiempos comparables”.
Y eso nos lleva al siguiente interrogante.
¿Clima es lo mismo que tiempo?
No. Y es interesante porque en algunos países latinoamericanos, como Argentina, los usamos indistintamente. ¿Viste cuando en radio o en televisión se dice “cómo estará el clima hoy”? Bueno, en verdad se están refiriendo al tiempo y usando erróneamente el término clima.
El tiempo (weather, en inglés) es el estado de la atmósfera en un determinado lugar y momento. Por ejemplo, cómo se encuentra hoy el día allí desde donde estás leyendo esta guía.
En cambio, el clima (climate, en inglés) es el conjunto de fenómenos meteorológicos que caracterizan el estado medio de la atmósfera en una región del planeta en el largo plazo (períodos que pueden abarcar desde meses hasta miles de años). Por ejemplo, cómo ha variado el clima en tu país de origen desde que naciste hasta hoy.
La NASA resume que la diferencia entre tiempo y clima es una medida de tiempo (en términos de temporalidad y no meteorológico): “El tiempo designa las condiciones de la atmósfera durante un período corto de tiempo, y el clima es cómo se `comporta´ la atmósfera durante períodos de tiempo relativamente largos”. Y subraya: “Cuando hablamos de cambio climático, hablamos de cambios en los promedios a largo plazo del tiempo diario”.
El clima, entonces, es ese período habitual del tiempo atmosférico de 30 años al cual nos referíamos anteriormente. Así que la próxima vez que quieras saber si lloverá, estará nublado o saldrá el sol, recordá que lo que querés conocer es el tiempo, no el clima.
¿Cuáles son las causas del cambio climático? ¿Cómo llegamos a modificar el clima?
Para comprender el cambio climático debemos pasar por otros dos conceptos: efecto invernadero y calentamiento global. Prometo que esta es la única parte en la que seré un poco más técnica. Observemos el siguiente video.
Lo que vemos en el video es lo que se conoce como efecto invernadero y es lo que hace que la Tierra se mantenga a una temperatura estable que permite la vida en ella. Hasta aquí, no hay problema. Hasta que…
Con la Revolución Industrial, la humanidad inició un proceso en aumento de explotación de combustibles fósiles, con el carbón como protagonista y, luego, el petróleo y el gas; para satisfacer sus necesidades de industria, energía, transporte y consumo. A ello se sumó luego la expansión de la agricultura y la ganadería intensivas.
Todas esas actividades en incremento comenzaron a emitir gases de efecto invernadero (GEIs), como el dióxido de carbono (CO2) o el metano, entre otros. Esa mayor cantidad de GEIs en la atmósfera comenzó a absorber mayor radiación infrarroja, a atrapar mayor calor y, por ende, a liberar menos de él. Esto inició un aumento de la temperatura de la superficie de la Tierra. Esto es lo que se conoce como calentamiento global.
Eso comenzó a alterar el estado del clima. Y lo sigue haciendo.
En marzo de este año la concentración promedio de CO2 alcanzó el récord de 417.14 partes por millón (ppm) en la atmósfera. El límite deseable era 350ppm, superado en 1988. La temperatura media ha aumentado más de 1ºC desde tiempos preindustriales. Sin cambios en las causas, ambas curvas seguirán en aumento.
¿Y hasta ahora nadie conocía las causas del cambio climático?
Ehhhh, bueno, no quiero que te desilusiones como yo, pero sí. Muchos sabían de esto. Para que te des una idea, en el año en que nací, 1988 —es decir, 33 años atrás— el científico James Hansen expuso ante el Senado de Estados Unidos una realidad: el sistema de producción y consumo basado en la explotación de combustibles fósiles en el que se basaban las actividades humanas estaba aumentado la temperatura.
Si nos vamos un poco más atrás en el tiempo, fue la científica estadounidense Eunice Foote la que, allá en 1856, propuso que la concentración de CO2 en la atmósfera podría generar un aumento significativo de la temperatura de la Tierra.
Perdón Eunice, aquí estamos…
¿El cambio climático no se debe entonces a ninguna variable natural?
Sí. De hecho, las definiciones iniciales que vimos sobre cambio climático incluyen la existencia de esa variabilidad natural. Ejemplo histórico de ello han sido los cambios en los ciclos solares, la actividad volcánica y la cantidad de GEIs en la atmósfera.
Pero fue la alteración de ese último valor, producto de causas antropogénicas, que ha venido modificando el clima a un ritmo sin precedentes.
De hecho, en su quinto informe de evaluación publicado en 2013, el IPCC declaró que “es extremadamente probable que las actividades humanas hayan causado más de la mitad del aumento observado en la temperatura media global de la superficie entre 1951 y 2010”. ¿Qué significa `extremadamente probable´? Que entre un 95 y 100% del calentamiento moderno se debe a nosotros, humanos.
¿Qué efectos ya estamos viviendo del cambio climático?
Me atrevería a decir que, en al menos un aspecto de tu vida, hoy hay un efecto del cambio climático.
Retroceso de glaciares, derretimiento de hielos, aumento del nivel del mar, olas de calor más intensas (con mayor duración y temperaturas máximas cada vez más elevadas), intensificación de las sequías (que afectan las actividades productivas rurales, entre otras), cambios en los patrones de precipitación (por ejemplo, lluvias más intensas que dan lugar a inundaciones), por sólo mencionar algunos, pues la lista podría seguir.
Incluso, con todas las complejidades que aún implica dada la multicausalidad de las migraciones, el cambio climático está obligando a las personas a desplazarse. El debate hoy: si una isla desaparece por el aumento del nivel del mar, ¿quién es responsable de la condición de refugiados de esas personas —aún no considerada en el propio término—? ¿Estados Unidos por el ser históricamente el país más emisor? ¿China por ser el máximo emisor actual? ¿O todos por la globalidad del problema?
Miremos sino también la pandemia en la que nos encontramos. Con un origen del actual coronavirus aún por confirmar, el cambio climático es uno de los impulsores que contribuye a la emergencia de enfermedades zoonóticas, es decir, transmitidas de animales a humanos, conforme un reporte de julio de 2020 de ONU Medio Ambiente.
¿Una tormenta, un huracán, un incendio son producto del cambio climático?
No. El cambio climático no produce directamente ninguno de estos eventos climáticos. Pero sí lo que hace es alterar las variables, intensificándolas, de las que dependen estos eventos.
La científica climática argentina Inés Camilloni lo explicaba en PLANETA respecto a los incendios que el año pasado afectaron el territorio del país : “Sin las condiciones climáticas favorables, es impensado que haya una magnitud de incendios como los que estamos viendo (…) La zona afectada es la región argentina donde más aumentó la variabilidad: pasan de exceso de lluvia —generando inundaciones— a déficit y ello puede ocurrir de un año a otro”.
Del mismo modo, la científica climática estadounidense Katherine Hayhoe describe la relación entre cambio climático y huracanes: “Si le preguntas a 100 científicos climáticos, casi todos estarán de acuerdo que un huracán determinado no ocurrió por el cambio climático, pero que pudo ser exacerbado por él de múltiples maneras”. El mayor calentamiento —incluyendo el de los océanos— y los cambios en el ciclo del agua favorece a la formación de tormentas más intensas.
¿Qué están haciendo los países respecto del cambio climático?
Luego de idas y venidas, más fracasos que aciertos y más de dos décadas de negociaciones, en diciembre de 2015 los países llegaron a consenso para hacer frente al cambio climático en la capital francesa, con el Acuerdo de París.
El acuerdo fue histórico, principalmente por dos aspectos. En él se hacen presentes no solo los países desarrollados sino también los países en desarrollo para actuar frente al cambio climático, en conjunto, con responsabilidades comunes, pero diferenciadas. Esa acción es entendida no solo como la reducción de emisiones de GEIs (mitigación), sino como la también importante adaptación a sus efectos ya presentes.
El objetivo principal del Acuerdo es “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5°C”. Hoy, recordemos, nos encontramos por encima de un grado.
¿Por qué ese medio grado de diferencia?
Tras el consensuado acuerdo de París, se pidió al IPCC que elabore un informe sobre cómo serían los escenarios de calentamiento de 1,5ºC y 2ºC. El resultado fue obvio: el escenario de 1,5ºC significa efectos menos dramáticos del cambio climático que el de 2ºC.
¿Es posible alcanzarlo? Los científicos dijeron que sí, pero para ello se requieren de cambios drásticos. Ello incluye acelerar la transición de un sistema basado en la explotación de combustibles fósiles a otro en fuentes de energía más amigables con el ambiente (como la eólica y solar, que hoy incluso son más rentables y resilientes que los fósiles), modificar los modos intensivos de producción agrícola-ganadera y terminar con la deforestación, entre otros.
¿Para qué esto? Para que se reduzcan las emisiones generadas y así haya una disminución de la temperatura. Y esos cambios drásticos deben ocurrir en la década que acaba de iniciar. Es decir, en los próximos diez años. Es decir, ya.
Que el 1,5ºC aparezca en el Acuerdo de París y hoy sea la meta de referencia necesaria, ambiciosa y desafiante de alcanzar, fue un logro de los países insulares. Ese medio grado de diferencia, entre el 1,5ºC y el 2ºC importa. Es el que puede significar para la isla de Tuvalu desaparecer o seguir luchando por la supervivencia de su territorio y su comunidad. Es lo que alguien una vez caminando por los pasillos de la conferencia climática dijo: “Ese medio grado de diferencia son miles de vidas”.
Y aquí es donde volvemos a los países y sus compromisos. Para mantenernos en el 1,5ºC y cumplir con el Acuerdo de París, los países tienen que presentar (y hacer poner en práctica, claro) planes de acción sobre cómo van a reducir sus emisiones e implementar políticas para adaptarse a los efectos del cambio climático. La idea es que con la implementación de la totalidad de los planes se llegue al objetivo. El año pasado hubo una actualización de esos planes.
Entonces, ¿los compromisos climáticos actuales son suficientes para el 1,5ºC?
No. Al momento, son mejores que cómo nos encontrábamos hace unos años, pero aún no son suficientes para ubicarse en la senda del 1,5ºC. Así lo ha demostrado el último registro del analizador Climate Action Tracker.
Como se puede ver en el gráfico, con las políticas actuales nos ubicaríamos en un calentamiento de casi 3ºC (no, eso no es bueno) y con las metas más optimistas recién estaríamos en los 2ºC. Es decir que no solo se requieren lindos anuncios, sino políticas más ambiciosas para hacer frente al problema. E implementarlas, cuanto antes, de forma inclusiva, equitativa y sostenible en el tiempo.
¿Por eso tenemos que hoy pasar a hablar de crisis climática?
Hoy tenemos que poner énfasis en que nos encontramos en una situación de crisis climática que requiere acción urgente, ambiciosa y sostenida. Pero ¡ojo! ello no significa que estemos sustituyendo un término por otro, porque como conceptos no son reemplazables.
El cambio climático es el problema. La crisis climática es la situación a la que hemos llegado producto de la inacción o acción insuficiente de los tomadores de decisión frente al problema. Es esa crisis en la que la acción frente al problema que realicemos durante la próxima década resultará determinante para los años posteriores.
Esta distinción no es mera apreciación subjetiva. Fue recientemente explícita por la FundéuRAE: “La situación de cambio de clima que estamos viviendo, por su magnitud, su intensidad y su velocidad, permite afirmar que estamos ante una crisis climática (…) Crisis climática es la forma más adecuada para referirse a la magnitud y a las consecuencias del cambio climático causado por la actividad humana”.
Del mismo modo, el glosario de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) aclara: “El concepto de crisis climática intenta ser más amplio que el proceso de cambio en el sistema climático, implicando en la expresión la urgencia que representan para la humanidad el problema del cambio climático y sus impactos asociados”.
¿Toda esta información te preocupa, angustia, entristece?
No estás solo en eso. De hecho, la Asociación Americana de Psicología (Estados Unidos) define la ansiedad climática o eco-ansiedad como “un miedo crónico al destino trágico del ambiente”. No se puede hablar aún de la definición de una patología, pero sí de un malestar que primeramente se manifestó entre algunos científicos que venían estudiando el cambio climático.
Frente a ello, los psicólogos que dirigen una práctica tradicional de psicología y coaching en Oxford, Reino Unido -que comenzaron a estudiar el tema- recomiendan evitar la impotencia o abrumación transformando esas eco-emociones en acción.
Ante el cambio climático, ¿cómo podés involucrarte?
De muchas formas. Desde ya que es cierto que solo con la acción individual no alcanza para hacer frente a la actual crisis climática y ecológica. Pero ella también es (o debiera ser) parte del proceso de transición hacia un impacto positivo.
Según un estudio publicado en Environmental Research Letters, algunos de los cambios en hábitos cotidianos que más repercusión tienen en disminuir tus emisiones de GEIs, son: reemplazar el trasladarse en vehículo particular por movilizarse en bicicleta o transporte público, usar eficientemente la energía y de fuentes renovables, llevar una dieta a base de plantas y con menor consumo de carnes y lácteos. A ellos podrían sumarse: consumir local, no desperdiciar alimentos, generar la menor cantidad de residuos posibles.
Lo individual no debe ser visto como algo totalmente ajeno a lo colectivo. Y sino veamos lo que ocurrió en Argentina en apenas los últimos años, donde la movilización de la sociedad civil —de forma presencial e incluso también a través de las redes sociales— dio impulso a que el Congreso Nacional avance en la sanción de la Ley de Cambio Climático. Por ello, sumarte a organizaciones, movimientos o iniciativas locales también es involucrarte en la acción.
Por último, pero no menos importante, vuelvo al inicio de esta guía. Ahora que tenés un mayor conocimiento sobre el cambio climático, hablar sobre el tema es una forma de accionar. Porque como dice Hayhoe en su charla TED, “lo más importante que podés hacer para combatir el cambio climático es hablar de ello”.